La historia del neurocirujano mendocino Fabián Cremaschi y su Simulador en Realidad Virtual y con Tecnología Háptica comenzó el sábado 3 de octubre de 2015. Ese día disertó a pedido de la Asociación Argentina de Neurocirugía sobre “Errores, horrores y complicaciones de la técnica estereotáctica”. Para ese entonces el médico tenía muchas “horas de vuelo” en su especialidad. Lo avalaban 20 años experiencia en aquel tiempo.
Su curiosidad y su vocación científica lo llevaron a prestar atención en “unos chicos que estaban mostrando un prototipo de un simulador para un procedimiento más sencillo”. De ahí surgió la pregunta angular: ¿se podría desarrollar en Mendoza un simulador de realidad virtual con tecnología háptica, es decir con tecnología que simula el tacto? Fue la chispa inicial de este capítulo que concluyó el martes 21, cuando defendió su tesis para obtener su segunda maestría, esta vez en Investigación Clínica.
En la Facultad de Ciencias Médicas de la UNCUYO Cremaschi presentó: “Desarrollo y validación de un nuevo modelo informático en realidad virtual de neurocirugía estereotáctica para toma de muestra en tumores cerebrales”.
Antes de iniciar este recorrido es necesario saber que el procedimiento neuroquirúrgico llamado estereotáctica permite llegar a lugares profundos del cerebro para extraer con gran exactitud muestras de tumores, lesiones cerebrales y absorber líquidos. Es un método donde se reduce al mínimo la invasión al órgano a punto tal que durante la operación, mientras se trepana para la extracción de tejido, la persona tratada puede permanecer despierta.
Con dedicación Cremaschi detalló el proceso que fue transitando para que su invento para la formación de expertos en neurocirugía termine siendo validado con su tesis. Sigamos su explicación.
Pregunta de investigación
¿Se podría desarrollar en Mendoza un simulador de realidad virtual con tecnología háptica? Cremaschi responde: “La finalidad era construir un entrenador, una herramienta informática de simulación médica que fuera virtual, eficaz, eficiente y segura para que los neurocirujanos aprendieran la técnica de extracción de tejidos en la simulación. Es lo que para un piloto de un avión Boeing 747 sería un simulador de vuelo”.
La justificación del problema
¿Se justifica un simulador virtual para aprender a tomar muestras del cerebro? Cremaschi dice: “Esto significa meterse a estudiar toda la base de datos científica que tiene que ver con realidad virtual y con neurocirugía. Buscando exactamente algo de lo que yo quería hacer, surgió que no había absolutamente nada en ningún lugar del mundo con las características de lo que yo quería hacer acá. Por supuesto, que sí hay realidad virtual en neurocirugía, pero no para la técnica que yo estaba dando en este curso de la Asociación Argentina de Neurocirugía aquel 3 de octubre de 2015. Entonces la justificación al problema era que no había nada de lo que proponía”.
El objetivo general
¿Cuál es el objetivo del proyecto y su desarrollo? Cremaschi argumenta: “No bastaba con desarrollar un simulador, sino que había que validarlo. Entonces ahí venía el objetivo general y todos los objetivos específicos. Había que hacer toda una búsqueda bibliográfica. Luego vino un paso muy importante que es buscar cuál es la metodología con la cual se va a desarrollar y validar, porque en ciencia no es lo que yo opino, lo que yo opino no importa nada, lo que importa es la ciencia”.
“Entonces me di cuenta que la metodología para hacerlo no era una metodología que se usa habitualmente en Medicina. En realidad es un híbrido entre el desarrollo y la validación interna que surge de las ciencias de la computación, una metodología que se llama Scrum. Es una metodología traída de la ciencia de la computación. Mi objetivo era, como dije, entrenar a un piloto de aviación. Entonces debía traducir mi cirugía real a una cirugía virtual. Es como si tradujéramos un libro del español al japonés. ¿Cuál es mi libro en español? Es mi cirugía, mi protocolo quirúrgico, eso está en español y eso es lo que hay que traducir al idioma informático”.
La validación
¿Cómo se prueba la capacidad del simulador para producir el efecto buscado? Cremaschi responde: “Todo se fue validando cuando desarrollamos con los programadores, con los informáticos. También se fue validando con otros neurocirujanos, y los estudiantes de Medicina, hasta que obtuvimos lo que se llama el producto mínimo viable, que es un simulador lo suficientemente bueno. Entonces ya pudimos presentarlo a otro grupo de neurocirujanos expertos, que son los validadores externos y estudian de manera externa todo el proceso para ver si lo que desarrollamos en todo ese tiempo es una herramienta útil”.
Y agrega: “La otra metodología es de las ciencias médicas. Lo que había que ver eran aspectos técnicos, aspectos clínicos y la recomendabilidad. Es decir, si los cirujanos expertos lo recomendarían para la enseñanza. Porque me podrían haber dicho: ‘Sí, está muy bonito, bien desarrollado, validado internamente, pero yo esto no lo recomiendo’. Los cirujanos expertos que eran de otros países, no solo de otros lugares de Argentina, hicieron la validación externa”.
Desde 2015
¿Por qué pasaron 7 años desde aquel planteo que puso a la vista la necesidad de diseñar el simulador? “Costó mucho conseguir financiamiento. Mucho, muchísimo. Tenía la pregunta de investigación, la justificación del problema, había planteado los objetivos generales y específicos, había desarrollado la metodología con el desarrollo de validación externa, había planificado la validación externa pero no tenía la plata”, explica el científico.
“Entonces conseguimos el financiamiento. En esto, le debo la vida académica a las Secretarías de Internacionales, de Investigaciones y de Posgrado de la Universidad Nacional de Cuyo. Pedimos financiamiento a través de la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación, Ciencia, Cultura y Tecnología de la Nación. Es un programa de fortalecimiento de ciencia y tecnología que ganamos. Recibimos el dinero de la Nación y pudimos hacerlo. Recién lo conseguimos en 2018, o sea, estuvimos tres años buscando plata. En 2019 hicimos toda la investigación, después llegó la pandemia. De cualquier modo, el simulador ya estaba terminado desde fines de 2019, principios de 2020, pero no podía defender la tesis”.
Para defender a los estudiantes y combatir la neurofobia
Cremaschi está pasando por una etapa especial como profesional y persona. Cumplió años, obtuvo su segunda maestría y fue reconocido por la Legislatura de Mendoza por su labor en el estudio y tratamiento de la enfermedad de Parkinson.
Dice de su presente que la segunda maestría le va cubriendo un saldo sobre su preocupación por la formación de los estudiantes. Su compromiso por la curva del aprendizaje lo motivaron a este viaje simulado al centro del cerebro humano. Es su determinación de darle batalla a la “neurofobia”.
La neurofobia es descripta en la literatura científica y la sufren los estudiantes de Medicina a nivel global: le tienen miedo a las cuestiones neurológicas porque las consideran muy complicadas, explica el experto.
Sonríe con facilidad el médico. Siente íntima felicidad porque entiende que el camino recorrido fue en un colectivo médico entrelazado con sus colegas, los profesionales de la ciencia de la computación y ahora llegó el momento de mostrar la obra, única en Latinoamérica, para ser replicada como un aporte propio y desde la Universidad a la economía naranja, la que se desarrolla desde el conocimiento.
Tiene razón en sonreír con la tranquilidad de los guerreros de la paz, la trascendente tarea está cumplida.