Cualquier transeúnte que en capital dirija su mirada hacia las copas de los árboles o la parte superior de los edificios, tendrá una visión desagradable al observar el decadente espectáculo de un enjambre de cables de distinta procedencia.
Son kilómetros de tendidos eléctricos y de otros suministros que cuelgan sobre las calles y veredas de la capital y los centros urbanos principales del Gran Mendoza.
Esa maraña de cables de telefonía y electricidad, son parte del paisaje urbano habitual de la ciudad, que afean el contorno ciudadano y provocan una inocultable contaminación visual. Sin embargo, no faltan los que han acostumbrado a su presencia y se resignaron a su existencia.
Un gran número de esas instalaciones está en servicio, pero otra parte se encuentra en desuso o son conexiones informales.
Para colmo la contaminación aérea se completa con los tendidos del sistema de trolebuses, no obstante que el servicio está casi totalmente en desuso, al ser reemplazadas las anteriores unidades con su típica lanza de conexión por colectivos eléctricos.
El panorama en este sentido es deslucido en una ciudad turística, claro sin desconocer el enorme valor que tienen esos cables, ya que sin su prestación no habría ningún servicio en funcionamiento.
Pensamos que el municipio de Capital debiera comenzar tratativas para que las empresas prestatarias iniciaron un lento pero seguro reemplazo de los cables a través del soterramiento de los mismos. Sí, se nos dirá que la ubicación bajo tierra es muy costosa y se traduciría en un aumento de los servicios. Es posible, pero alguna solución hay que encontrar a esta contingencia. Inclusive, el ciudadano común tiene la impresión de que lejos de bajar en su número, cada vez hay más de estas instalaciones en las alturas de la ciudad.
Hay puntos en los que el impacto por el cableado aéreo es total y se pierde la visión del cielo azul, especialmente en días claros y límpidos, y la misma afectación sufren las altas copas de los árboles.
Esto produce un impacto ambiental-visual que interfiere poder observar el hermoso cielo celeste de nuestra zona.
Debería intentarse el reemplazo de estas instalaciones por el cableado subterráneo, aunque se hiciera por etapas; una tarea que tendría un impacto directo en la oferta de una ciudad moderna, con un recibimiento de mucha adhesión por parte de la ciudadanía.
Hemos reconocido que los costos de la operación de soterrar los tendidos, representaría una inversión alta en los presupuestos de las firmas prestatarias, pero sería un beneficio muy desafiante para una ciudad como la nuestra, que es una de las capitales mundiales del vino, y con esa corrección en su fisonomía afianzaría su condición de urbe moderna.
Pensamos que la unidad de ambiente urbano de la Ciudad debería tomar cartas en el asunto y ordenar progresivamente que esta disminución en la capacidad plena de presentar un ambiente urbano de alta calidad, como corresponde a una de las capitales mundiales del vino.
En la actualidad y a pesar la contaminación visual que hemos narrado y la penuria de un tránsito altamente congestionado, los mendocinos podemos a jactarnos de habitar una de las ciudades más bellas del país.