La conducción agresiva en la vía pública genera situaciones de peligro físico y psicológico para las personas y por eso la violencia vial es una forma extrema de manejo que desemboca en lesiones o incluso la muerte.
La introducción tiene que ver con la repudiable agresión que sufrió el entrenador de vóley del Valle de Uco Carlos Amieva, que sufrió graves lesiones cerebrales que desencadenaron su fallecimiento.
El deportista y comunicador conducía en horas de la noche del sábado 15 su camioneta, acompañado de su pareja, por una calle céntrica de la ciudad de Tunuyán. Su proceder es muy habitual en algunas ciudades donde no pocos residentes pasean a baja velocidad por el Centro de esas urbes.
En el caso que describimos, la actitud del deportista irritó a dos jóvenes, sobrino y tío, quienes se desplazaban en otro vehículo detrás de la camioneta del entrenador. Hubo un sobrepaso y luego, con los tres protagonistas en tierra, se produjo una agresión por parte de uno de los ocupantes del segundo rodado, que causó la caída de Amieva y un golpe muy serio de su cabeza en el pavimento, a consecuencia del cual murió cinco días después.
Su muerte ha sido sentida como un desgarro irreparable por un círculo muy grande de gente, además de sus cuatro hijos.
Era un impulsor de los deportes en el Valle de Uco, profesor de Educación Física, promotor del vóleibol y el beach volley, y también actuaba como periodista y difusor de esas disciplinas deportivas.
La muerte de este hombre, joven aún, es el resultado de las reacciones extremas que se registran con cierta frecuencia en el tránsito mendocino.
Ocurren con asiduidad y desencadenan agresiones que no siempre terminan de manera trágica, como ocurrió en Tunuyán, pero marcan que el sencillo código de convivencia en la vía pública se corta por mínimas e intrascendentes actitudes. Cuánto tiempo hubieran perdido los ocupantes del rodado que marchaba detrás del de Amieva si esperaban prudencialmente para sobrepasarlo. Diez segundos, veinte, un minuto. Nada, en una palabra, pero primó la reacción irracional, violenta, desproporcionada que convirtió una situación de fácil resolución en una trampa mortal.
Esperamos que estas situaciones no vuelvan a ocurrir y que la víctima de este lamentable episodio sea la última.
Quienes conducen deben juzgar seriamente los hechos y las actitudes ante simples y pueriles incidentes que se producen a diario en el complicado tránsito mendocino y propender a su resolución pacífica. Como se suele sugerir, contar hasta diez antes de caer en extremos sin retorno, puede ser una fórmula.
Expertos en Educación Vial explican que 85% de los siniestros son ocasionados por el factor humano y de ese porcentaje muchos responden con gritos, insultos o gestos soeces ante alguien que los molesta u obstruye sus movimientos; le “pegan” el auto al que los precede si no le deja el paso o acelera; tocan bocina ante la mínima demora en arrancar con luz verde.
Las situaciones escalan en la sinrazón si la persona agresiva se encuentra con alguien muy estresado y no pueda controlarse frente al agresor y le responda. Deben extremarse los recaudos para que conducir un automotor no nos perturbe, haciéndolo de manera concentrada y responsable.