Cuando la fe sale al cruce de la guerra

La perseverancia de los ucranianos y la fe religiosa que los caracteriza no ceden a pesar del tristísimo trance que soportan.

Cuando la fe sale al cruce de la guerra
Las dos mujeres que sostienen la cruz representan a los pueblos de Ucrania y Rusia respectivamente.

Hace poco más de dos años, con el mundo aturdido y paralizado por la mortal pandemia de coronavirus, el papa Francisco celebraba en soledad en la plaza de San Pedro, en un lluvioso y frío atardecer invernal, una misa para rezar por el final de dicho flagelo.

Fue un hecho histórico al no existir hasta entonces antecedentes de una celebración de tal envergadura protagonizada por un Pontífice de la Iglesia Católica sin fieles a su alrededor y sólo acompañado por un asistente.

Sin embargo, los adelantos tecnológicos permitieron que esa oración fuese transmitida al mundo en el mismo momento de su concreción.

Significó un gesto conmovedor, con el que el jefe del catolicismo propició la unidad de los hermanos en la fe a través de citas evangélicas mediante las que buscó explicar la importancia de la unidad para hacer frente a las contingencias del mundo.

Superado en gran medida el ataque del virus merced a la aparición de la vacuna específica y a la mejora de las estrategias sanitarias de las naciones, nuevamente el mundo se conmueve, pero esta vez a raíz de la incursión bélica de Rusia en Ucrania, que ya ha dejado miles de muertes, entre militares y civiles, por los enfrentamientos armados, los bombardeos y por actos de genocidio y violación de los derechos humanos por parte de las tropas rusas que deberán ser debidamente investigados para que, eventualmente, se puedan aplicar ejemplificadoras sanciones a sus responsables.

La destrucción de los lugares atacados en Ucrania va de la mano de una desesperada huida de buena parte de su población, que desde que comenzó el conflicto, hace ya casi dos meses, busca rápido refugio en países vecinos.

Son ya casi 4.500.000 personas, entre adultos y niños, las que tuvieron que dejar sus pertenencias para poner sus vidas a resguardo de la locura e indignidad de la guerra.

Sin embargo, la perseverancia de los ucranianos y la fe religiosa que los caracteriza no ceden a pesar del tristísimo trance que soportan.

Señalan crónicas periodísticas que llegan desde aquellas latitudes que en las zonas menos afectadas por el conflicto bélico los cristianos, tanto ortodoxos, que son mayoritarios, como católicos, se vuelcan masivamente a los templos con el propósito de fortalecer la fe y, también, para recibir la asistencia material que muchos religiosos les ofrecen y poder así contener su desesperación.

Como era de esperar, la guerra originada por la invasión rusa a Ucrania tuvo su correspondiente mención en las ceremonias de la Semana Santa cristiana de estos días. Días atrás, el Vía Crucis, la evocación de la pasión y muerte de Jesús encabezada en Roma por el papa Francisco, incluyó la participación de familias afectadas por el dolor del conflicto presente en el este de Europa.

Un claro gesto de la Iglesia para expresar cercanía y solidaridad con las víctimas de la actual tragedia y el dolor de sus familiares y conocidos.

Cabe ahora esperar que, en sintonía con el clamor religioso pacifista, los países más influyentes de la comunidad internacional encuentren los caminos de entendimiento que permitan poner fin a la actual barbarie, movida por recelos y planteos expansionistas capaces de tener otra vía de solución.

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