La Iglesia hizo, una vez más, una fuerte advertencia a la dirigencia política sobre la crisis económica y social que afronta el país y apeló a la búsqueda de consensos para encontrar una salida a la delicadísima situación.
En su homilía durante el Tedeum por un nuevo aniversario de la gesta de mayo de 1810, el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Poli, destacó que “cuando los intereses particulares se sobreponen al bien común o cuando el afán de dominio se impone por encima del diálogo y la justicia, se menoscaba la dignidad de las personas e indefectiblemente crece la pobreza en sus diversas manifestaciones”.
Apeló a datos de la realidad, señalándoles a quienes lo escuchaban, encabezados por el presidente de la Nación, que “es de información pública que 6 de cada 10 niños son pobres” en la Argentina. Y un porcentaje notable de esos menores vive con carencias alimentarias. Que nadie actúe como desentendido, pareció advertir. También hizo mención a la pobreza que, en general, vive toda la población, no solo los menores.
Los dichos del cardenal Poli, desde su atril, también retumbaron como una suerte de lección cívica inspirada en la profesión de la fe religiosa.
El arzobispo porteño cuestionó a los políticos que alimentan la confrontación “buscando culpables en el pasado o en el presente”, modalidad a la que criticó. “Aunque ese parezca el camino más fácil, el modo más sabio y oportuno de abordarlos es procurar consensos a través del diálogo”.
Consideró que el actual tiempo electoral es “una inmejorable oportunidad para que los candidatos manifiesten su vocación de servicio y aprovechen sus palabras para hacer docencia democrática, con propuestas claras y realistas y sin descalificar a los que compiten”.
Y efectuó una fuerte revalorización del sistema republicano al señalar que “la Justicia es la única garantía de una paz sólida y duradera”.
Siempre es bueno recordar que, por su amplio despliegue a lo largo y a lo ancho del país, la Iglesia Católica suele mantener un diagnóstico muy preciso de la realidad económica y social de la población.
Por ello, en estos momentos sus integrantes, tanto religiosos como laicos, no desconocen la crítica situación que afrontan millones de argentinos.
Esa realidad es la que expresó en su homilía el cardenal metropolitano basándose en datos oficiales que sólo respaldaron sus dichos.
En nuestro reciente artículo editorial con motivo de la celebración patria, justamente hacíamos referencia a la importancia de que la dirigencia política dejara de lado, de una buena vez, controversias minúsculas, pero siempre graves, para dar paso a una búsqueda de diálogo que conduzca a consensos básicos a fin de encarrilar el rumbo del país, fundamentalmente en lo económico y social. Es por ello que encontramos una grata coincidencia con el enfoque de la homilía del cardenal primado de la Argentina durante uno de los principales festejos de nuestra nacionalidad.
Esa “docencia democrática” a la que aludió el arzobispo de Buenos Aires es lo que se requiere de funcionarios públicos y dirigentes partidarios en general. Docencia, sinónimo de enseñanza, de vocación. Vocación por el bien común que no se construye sólo recordando el pasado reciente.
Lo que necesitan los argentinos es poder confiar en una dirigencia que dé vuelta las páginas del rencor y el revanchismo y apueste a un futuro mejor.