La muerte de Diego Armando Maradona tiene gran impacto emocional en nuestro país y en la mayor parte del mundo, por no decir todo el mundo.
Su trayectoria internacional como futbolista lo hizo justo merecedor de los mejores elogios.
Su notable talento deportivo y su valorable entrega dentro de una cancha fueron de tal dimensión que los errores que cometió en su vida privada, que en realidad siempre fue pública, muchas veces quedaron en un segundo plano. Es que frente a la dimensión de su genio, los otros aspectos del hombre llamado Maradona, son poco trascendentes.
Como notable deportista, Maradona prácticamente no necesitó ser conducido por ningún entrenador en especial para sobresalir. Al contrario, seguramente cada uno al que le haya tocado tenerlo bajo su mando debe haber agradecido al destino por semejante privilegio.
Dicen los más calificados críticos del deporte, que no necesitó que le inculcaran ningún estilo de juego en especial para llegar a ser un crack.
Su aporte al sentir popular a través del deporte que practicó fue de tal envergadura que detrás de su inolvidable capacidad dentro de una cancha se alinearon todos: ricos y pobres; amantes del deporte o no; futboleros, lógicamente, y también los que prefiriendo otra disciplina deportiva no dudaron en seguir su carrera y celebrar cada participación suya con la Selección de nuestro país. Un gol del Diez lo gritaron todos.
Maradona fue definido por calificados periodistas deportivos de nuestro país como un mito en vida, porque sus tiempos recientes, justamente los últimos 20 años, hasta su deceso de ayer, fueron un continuo desafío de él mismo contra todos sus males, de salud y los que tuvieron que ver con su vida de relación, que no tuvo el mismo acierto que sí mostró jugando dentro de una cancha.
Fue un gran embajador argentino gracias a su talento como futbolista. ¿En qué parte del mundo no lo reconocieron o elogiaron? ¿Cuántas veces la Argentina fue sinónimo de “Maradona” en las naciones más remotas?
No deberían ser tenidas en cuenta en este momento sus inclinaciones políticas o ideológicas, ni sus reacciones muchas veces irreverentes debido a su innata inclinación por la expresión sin filtro de lo que siempre sintió y pensó.
No obstante, la Argentina que en estos días lo despide con profunda consternación debería evaluar en qué falló para permitir que Maradona terminara sus días como terminó, con un cuadro tan vulnerable, endeble. Por eso pese a sus simpatías políticas siempre muy explícitas, se puede deducir que nunca estuvo ni de un lado ni del otro de la grieta social que nos afecta cada vez más.
Maradona encaja claramente en la definición de ídolo por haber sido admirado y querido con total exaltación, con sus virtudes y con sus defectos. Recordarlo como seguramente se lo recordará a partir de hoy será como reivindicarlo luego de un ocaso que ni él ni nadie merece.
En muchos aspectos Maradona fue síntesis de muchísimos aspectos de nuestra personalidad nacional, por así llamarla. Tanto cuando sobresalió como cuando se extralimitó, su modo argentino de ser lo caracterizaron en todas partes. Fue, a la vez, también el argentino más universal, la marca de la Argentina por todo el mundo.