El Carrizal y sus calles olvidadas

Caminos rurales de la zona de El Carrizal, las conocidas calles de los kilómetros 48 y 49, al Este de la ruta nacional 40, están en malas condiciones y dificultan el traslado de la producción agraria y el acceso a los establecimientos educativos de la zona. Hace falta un proyecto definitivo que remedie la postergación de años.

El Carrizal y sus calles olvidadas
El Carrizal y sus calles olvidadas. / Imagen ilustrativa

Aunque hay mejoras en algunas rutas y caminos provinciales, otras vías de comunicación se encuentran en muy mal estado y comprometen mucho la vida de las personas que deben utilizarlas.

Es el caso de lo que ocurre con las llamadas calles de los kilómetros 48 y 49, en la jurisdicción de Carrizal de Abajo, Luján de Cuyo.

Éstas son arterias de suma importancia del distrito, que vinculan de Oeste a Este la ruta nacional 40 con la ruta provincial 61 (Las Turberas). Esta última, cercana a la margen izquierda del dique El Carrizal.

Por allí debe ser sacada la producción de numerosos agricultores que cultivan uva, peras, ciruelas, tomates y cebollas.

Asimismo, se utilizan por los habitantes de la zona para desplazarse y son el vínculo para llegar a establecimientos educativos radicados en esa parte del departamento. Una de las escuelas que necesita el buen funcionamiento de esas arterias es la N° 1-517 Luis A. Contreras: por allí deben pasar los chicos que llegan a sus aulas, sus maestras y plantel directivo.

Lo hacen y lo van a seguir haciendo con mucho sacrificio por calles que están semidestruidas y que, de a poco, van deteriorando a los automotores porque no hay vehículo que aguante el pésimo estado de la carpeta de tierra, salvo un todo terreno que no tienen los educadores ni los lugareños, salvo excepciones.

No es un tema nuevo. Ya Los Andes se ha ocupado de la situación, con otros protagonistas, con otros pobladores por la reiteración de trabajos no asumidos y la falta de limpieza de caminos y de los cursos que llevan las correntadas de la cuenca aluvional.

Por ejemplo, el 15 de febrero de 2006 este diario titulaba en una nota: “Un camino rural destruido por los aluviones”. Se explicaba entonces que “la causa de tanta destrucción se debe a que las aguas que vienen del piedemonte no tienen desagües naturales, y toman por la calle del km 48, borrando su calzada y entrando a los campos cultivados”. Han transcurrido 16 años desde entonces y la realidad vial de la zona no varió mucho.

La realidad es que se transita con mucha dificultad por esos caminos, que deberían ser moderadamente aptos para apoyar a las familias que residen en esos parajes, que lo hacen con mucho sacrificio y dedicación y no abandonan áreas rurales para refugiarse en los cordones perimetrales de los centros urbanos. Pero, en las jornadas en las que hay precipitaciones pluviales, es imposible avanzar y las actividades laborales y educativas deben demorarse o suspenderse, y ni hablar si hay que salir rápido por alguna emergencia médica.

Es verdad que siempre en estos años hubo trabajos de la Dirección de Hidráulica y de Vialidad provincial que remediaron en forma parcial las dificultades e inconvenientes de tener calzadas con tanta inestabilidad, pero nunca se ha encarado un proyecto definitivo. Es probable que requiera una inversión importante, pero que otorgue la solución definitiva para la vialidad de un sector que tiene riqueza agraria y población asentada por varias generaciones.

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