La crisis humanitaria por la guerra que ocasionó la invasión de Rusia a Ucrania es creciente y muy preocupante. Se estima que al menos uno de cada cinco habitantes ucranianos tuvo que abandonar su hogar como consecuencia de las acciones bélicas ordenadas por Moscú. Según las Naciones Unidas la cifra de desplazados dentro del país invadido llegó con rapidez a 6,5 millones de personas, mientras que los refugiados que traspasaron las fronteras son ya, aproximadamente, 3,2 millones.
Varias ciudades de Ucrania, prósperas y con potencial económico, fueron afectadas por los intensos bombardeos de las fuerzas militares de Rusia burlando en varios casos promesas de respeto a corredores de evacuación de civiles acordadas con las autoridades ucranianas. En ese contexto, mujeres y niños fueron, también, blanco de los disparos de las unidades de combate rusas, llegándose al extremo de un indignante bombardeo a un hospital infantil en Mariúpol, dejando muertos y heridos entre los menores allí alojados, como también de mujeres embarazadas que en tal lugar buscaban atención médica.
Esa desenfrenada acción de las fuerzas militares de Rusia, que, como se ha visto, no reparan entre objetivos estratégicos militares de Ucrania e indefensos blancos civiles, va avanzando sobre la infraestructura de las distintas localidades en las que fijó sus objetivos bélicos, privando lentamente a la población de agua, electricidad y otros servicios básicos. Es lo que motiva a la gente a optar por una triste huida interna o traspasando los límites territoriales de Ucrania para poder sobrevivir.
La prolongación del conflicto, próximo a cumplir un mes, seguirá deteriorando las exportaciones de la producción agraria e industrial de Ucrania que le da sustento a su crecimiento económico. También caen abruptamente las distintas actividades industriales que contribuyen con ese desarrollo del país hoy invadido.
La reciente cumbre, mediante videollamada, entre el presidente de EEUU, Joe Biden, y el presidente chino Xi Jinping, puede contribuir a la búsqueda de una solución a la desenfrenada ofensiva rusa. A la preocupación del gobierno de Washington por un posible apoyo chino a los planes de Putin le salió al cruce la promesa de no involucramiento por parte del presidente de China.
Será determinante que China cumpla con su promesa de neutralidad, colocándose en línea con el pensamiento de los países de la OTAN. Cualquier vulneración de dicha postura por alguna de las partes puede conducir, como Biden y otros líderes occidentales han afirmado, a un conflicto de dimensiones incalculables que remiten a la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial. De ahí la percepción de soledad que denunció contra Occidente, en su momento, el presidente Zelenski.
Es por ello que la resolución del conflicto no se presenta accesible. Putin ha considerado como una declaración de guerra cada una de las sanciones económicas impuestas a su país por Estados Unidos y los aliados occidentales. Por ello, tal vez se deba dar paso a una trama de negociaciones diplomáticas más allá de los hasta ahora insuficientes encuentros entre las partes en conflicto. Es evidente que el empecinamiento del líder ruso no permite esperar un cambio de rumbo en su estrategia expansionista y retrógrada.
