Chile acaba de vivir una trascendente jornada democrática en la que fue electo presidente por amplio margen el joven izquierdista Gabriel Boric. El hoy diputado por la oposición se impuso en el balotaje y en pocos meses será el primer mandatario más joven de la actual etapa institucional del vecino país.
La trascendencia de la cita electoral del domingo estuvo dada, en primer lugar, por la enorme expectativa que despertó la segunda vuelta entre dos candidatos que expresaban a los sectores opuestos más radicalizados, tanto de la izquierda como de la derecha, y por el alto porcentaje de votantes, que también marcó un récord.
Pero también se trató de una jornada institucionalmente destacable por el alto nivel de respeto y cordialidad que expresaron tanto el actual presidente de Chile como quien resultó electo y su contendiente.
Chile viene transitando un período de transformaciones impuesto por gran parte de la ciudadanía, a partir de la revuelta popular de octubre de 2019, en demanda de distintas reivindicaciones sociales y económicas, que el presidente electo dice interpretar y promete acelerar.
Sin embargo, en ningún momento los protagonistas de tan histórica cita electoral perdieron su compostura o fueron ganados por la pasión política o el revanchismo. Al contrario, conocidos los resultados el presidente Sebastián Piñera se puso en contacto con Boric y, mediante una videollamada que fue televisada, dialogó con el ganador y lo felicitó por su triunfo. Un día después, lo recibió en el Palacio de La Moneda para conversar personalmente y compartir el almuerzo.
Por su parte, el adversario del presidente electo, el derechista José Antonio Kast, tampoco tardó en saludar al ganador una vez confirmados los resultados. Y concurrió al comando electoral de Boric para expresarle sus felicitaciones personalmente.
Ya en su primer mensaje ante una multitud de seguidores que lo aclamó, Gabriel Boric desarrolló un mensaje que fue muy conciliador desde el punto de vista político con las restantes fuerzas de Chile, especialmente con quien había sido su rival en el balotaje.
El ambicioso plan de gobierno y transformaciones que el futuro primer mandatario trasandino pretende llevar a cabo seguramente requerirá de profundos debates y necesarios acuerdos con las fuerzas políticas representadas en el Congreso, que por su conformación a priori expresan una saludable paridad de sectores, lo que debería favorecer y enriquecer la discusión.
El ejemplo cívico que dejó Chile en la reciente elección debería ser observado y puesto en práctica por muchos dirigentes políticos argentinos, habitualmente poco propensos al sano ejercicio de la convivencia más allá de las diferencias ideológicas o metodológicas.
De una dirigencia que no dialoga ni reconoce ocasionales derrotas en las urnas y, además, pretende interpretar esas caídas como un triunfo, poca coherencia se puede esperar a la hora de debatir y ejecutar las medidas más trascendentes que necesita la población.
Un ejemplo válido lo tenemos en el reciente abordaje, frustrado, del presupuesto nacional para el próximo año, en el que la intolerancia terminó desgranando la más elemental voluntad de consenso.