La prolongada lucha contra el Covid-19 en los hospitales y centros adaptados a ese fin en la provincia, está mostrando el rostro abnegado que siempre reconocimos en médicos, enfermeros/as, otros integrantes del sistema de salud y demás servidores públicos convocados a prestar servicio en la presente emergencia sanitaria.
Sin embargo, ponemos el acento en médicos y otros auxiliares que están asistiendo a personas enfermas con coronavirus, exponiéndose a contagios por la naturaleza del patógeno que nos ha invadido, quienes dan lo mejor de sí para salvar y recuperar a la mayor cantidad de pacientes, en cumplimiento del juramento hipocrático que asumieron. La salud y la vida del enfermo son las primeras de sus preocupaciones.
Sin embargo, la presión pocas veces sufrida por los médicos y otros integrantes del área sanitaria debido, a los requerimientos de la emergencia, ha provocado contagios y el necesario aislamiento de estos profesionales, hasta terminar con casos fatales en otras partes del país.
Todos estos aspectos comentados se agravan en las unidades de terapias intensivas (UTI), áreas donde se brinda atención a pacientes que están con patologías que los ponen al borde de la muerte y que, por tal razón, necesitan controles extremos, un monitoreo permanente y un alto nivel de eficacia de quienes los atienden.
Sabemos que los profesionales que están en estas instancias se han preparado para neutralizar las exigencias más extremas pero no podemos negar que esos hombres y mujeres están sometidos a fuertes niveles de presión que, eventualmente, pueden afectar su salud y las relaciones familiares.
Inclusive, los médicos psicoanalistas sostienen, y no de ahora porque el fenómeno se identificó hace varias décadas, que el estrés de los médicos y del personal de salud, identificado como ‘síndrome del quemado’ (Burnout), (cuya descripción excede este comentario) sucintamente consiste en un estado de agotamiento físico, mental y emocional causado por el cansancio psíquico o estrés que surge de la relación con otras personas en un dificultoso clima laboral.
Por eso sostenemos que el apoyo a los profesionales de la salud debe ser amplio y generoso por parte de la población, y se les debe brindar el reconocimiento sincero de la comunidad. No ha ocurrido en Mendoza, pero repudiamos la conducta registrada en otras partes del territorio nacional de amenazas y discriminación contra médicos y enfermeras que atienden a pacientes con Covid-19 y que resultaron contagiados.
Entonces, debemos expresar la gratitud general a los equipos sanitarios que están atendiendo exitosamente y de manera inclusiva a los afectados por la pandemia y las restantes patologías.
Igualmente, el Estado, en cualquiera de sus niveles, debe estudiar exhaustivamente la posibilidad de aumentar las recompensas salariales del personal médico y aquellos que actúan en los distintos niveles de la atención sanitaria por los indispensables servicios de estos componentes de la sociedad.