Operadores turísticos europeos no podrían entender nunca cómo una estación de esquí como Penitentes está cerrada y maltrecha, al borde del desmantelamiento y con la imagen de un pueblo ‘fantasma’.
Ellos que desarrollan y explotan centros de esquí a full en espacios menores de las montañas del Viejo Mundo, se resisten a comprender la negligencia imperante que mantiene cerrado un complejo de alto rendimiento y grandes posibilidades turísticas y deportivas.
Pronto terminará el invierno por estas latitudes y se consume una temporada más sin que el icónico centro invernal de la ruta nacional 7, a 170 kilómetros de la capital mendocina, y a 25 de la frontera argentino-chilena, siga clausurado y desmantelándose paulatinamente.
La última época en la que la estación abrió fue en 2016, y desde entonces batallas judiciales, dos años de pandemia de Covid-19 y licitaciones caídas han impedido su reactivación.
La concesión de Penitentes, una creación del empresario mendocino Emilio López Frugoni, ya fallecido, venció en 2013, y tras una prórroga en su explotación por cinco años más, el Gobierno provincial decidió no renovarla y concluyó cerrando el complejo hace seis años.
Desde entonces, las pistas, los medios de elevación, los sectores de comida y las restantes instalaciones necesarias para atender al visitante, no se usan, pero si se deterioran.
El Gobierno provincial tomó posesión del centro en 2018, sin conceder una nueva prórroga a los antiguos concesionarios, Los Penitentes Centro de Esquí SA. Dio comienzo entonces una controversia judicial para continuar con la explotación del área, pero la propuesta de los antiguos dueños, con la hegemonía del hijo del antiguo pionero y su homónimo, Emilio López Frugoni, fue desestimada por la Suprema Corte de Justicia.
Hoy impera una inactividad total y sin ningún horizonte que permita avizorar la puesta en marcha del emprendimiento invernal, con posibilidad de una utilización apta en el verano.
Es dato comprobable la recuperación del turismo nacional y del exterior también, situación que se ha operado tras el paulatino mejoramiento de la realidad sanitaria tras la extensa pandemia de Covid-19. No sólo el lugar atraía a los visitantes locales sino además a esquiadores de Brasil y de Chile, que ahora buscan otros destinos de nieve del ámbito nacional.
El Estado provincial tendría que hacer esfuerzos, que probablemente sean muy arduos y requieran imaginación para recuperar la plena actividad en el otrora enclave de la ruta 7.
Obviamente no deberían ser descartados los antiguos propietarios del centro, que con gran tenacidad y sacrificio lograron habilitar las instalaciones y ponerlas a disposición del público.
Esa medida debería tomarse de manera perentoria para que la próxima temporada invernal encontrara con el cartel de “abierto” el acceso al emprendimiento.
Los acuerdos con sustento legal permitirán volver a dar vida a un sitio del que alguna vez se dijo que podría convertirse en la Andorra de Sudamérica, diminuto estado ubicado entre Francia y España famoso por ser un paraíso del esquí, mientras que ahora el complejo se parece más a esos pueblos ferroviarios del interior donde no volvieron a pasar los trenes de pasajeros y de carga.