El domingo pasado los ciudadanos argentinos volvieron a demostrar su compromiso con la democracia a partir de una importante concurrencia a las urnas para elegir la mitad de los miembros de la Cámara de Diputados de la Nación y un tercio del Senado, los que se integrarán el 10 de diciembre próximo.
Esta responsabilidad cívica merece ser valorada en un contexto de marcado descreimiento hacia la dirigencia política por la falta de respuestas a las necesidades más urgentes que –en líneas generales– estuvieron ausentes en los discursos de campaña.
Sin dudas que uno de los grandes desafíos de las democracias modernas es fortalecer el vínculo entre los ciudadanos, los representantes legislativos y las instituciones, más allá de la consulta electoral cada dos años.
Sin embargo, existen problemas más urgentes en la Argentina que deberán ser atendidos por los legisladores electos y los miembros de los ejecutivos.
La mayor responsabilidad cabe en estas horas a la administración de Alberto Fernández, que ha visto debilitada su gestión en relación con las expectativas y la fortaleza política con la que asumió hace casi dos años.
El llamado a la unidad nacional y a la búsqueda de consensos mínimos entre las principales fuerzas políticas expresadas en el Congreso Nacional debe ser sincero, lo cual facilitará alcanzar acuerdos básicos.
La delicada situación económica que atraviesa el país es visible a partir del descontrol de las principales variables.
Las perspectivas para 2022 no son mejores si se tiene en cuenta que será necesario desarmar el cepo al dólar y la actualización de las tarifas de los servicios públicos y del precio de los combustibles.
Las encuestas de opinión muestran que buena parte de la sociedad es reacia a un acuerdo con el FMI, a partir del discurso en las tribunas de cierta dirigencia que alude a los ajustes que demanda el organismo para el pago de la deuda.
El acuerdo puede ser exigente a la hora del gasto público, pero es imprescindible para que la Argentina recupere la asistencia externa y la vinculación con los organismos de crédito, sin lo cual es imposible imaginar un crecimiento sustentable.
Esta explicación también deberá ser asumida por el Presidente y sus principales colaboradores, para evitar caer en un aislamiento que acentuará las condiciones de pobreza de amplias capas sociales.
Los enormes desafíos exigen una actitud responsable y sincera de los gobernantes y de los legisladores, para buscar acuerdos que mejoren las condiciones de vida y alienten el desarrollo.