Existe una corriente de pensamiento entre urbanistas con dedicación al cuidado y salvaguarda del espacio público, que propicia la defensa y protección de las áreas verdes del Gran Mendoza, y en general de toda la provincia.
En ese sentido uno de los lugares sobre el que se concentran las miradas y sobre el que se pide la mayor protección posible es la maravillosa creación de fines del siglo XIX, el Parque General San Martín, diseñado por el francés Carlos Thays, bajo el impulso del visionario Emilio Civit.
La ‘mayor protección posible’ quiere decir que, en la medida de lo posible, las casi 400 hectáreas de prados y bosques que albergan una vegetación de más de 300 especies, no se viesen recortadas y encerradas por el avance de construcciones, en una palabra, de las obras cementadas.
Todos sabemos que eso fue imposible a lo largo de los años de existencia del más grande jardín de Mendoza, y por eso la presencia de cientos de emprendimientos en la jurisdicción del pulmón de la ciudad, con el estadio Malvinas Argentinas a la cabeza, construido en plena época del gobierno de facto de 1976 a 1983, donde a pesar de lo peligroso e imposible de levantar las voces para impedir el emplazamiento de esa estructura para el Campeonato Mundial de Fútbol de 1978, hubo mucha gente que defendió tan preciada obra.
Los ejemplos se multiplican y están allí, con justo derecho o no, dos importantes como tradicionales clubes del fútbol mendocino y muchos otros equipamientos que fueron amalgándose con el fin primordial del parque, que era y es producir un microclima de frescura y ventilación, además de escenario de esparcimiento y descanso al pie del piedemonte y en beneficio principal de los habitantes de la ciudad capital.
Una maravilla de obra que tiene una adhesión muy grande entre la población y que suscita el permanente debate a cuidarla y protegerla con ahínco y esfuerzo, especialmente a través del riego eficaz de su vegetación demandante de humedad.
Cuidar el parque es una consigna mendocina. Protegerlo de la invasión del cemento debería ser otra. Por eso en su momento se criticó desde distintos sectores la construcción de una confitería en la explanada del Cerro de la Gloria, al pie del el Monumento al Ejército de los Andes, cuando su autor y luego Ramos Correas llamaron a esas intervenciones ordinarias y de falta de respeto a la magnífica gesta libertadora.
El emprendimiento ya se inauguró y ahora resta esperar que su funcionamiento y la atención del público se realice en armonía con el contexto donde está ubicado.
Creíamos que ese sitio de gastronomía iba a ser el último en ser autorizado por el Gobierno de Mendoza, a través de la Dirección de Parques, pero no fue así y en la actualidad está en plena ejecución otro sitio gastronómico en el sector del Prado Español, frente al lago. El edificio tendrá planta baja, en la que se levantará una terraza con escenario, y un subsuelo.
Los empresarios que llevan adelante este proyecto señalan haber asumido un enorme desafío al intervenir en un espacio que es patrimonio de la provincia, lo que los llevó a realizar previamente un trabajo de búsqueda de antecedentes y de análisis de parques de otros lugares del mundo.
Concedidas todas las explicaciones y al observar que este polo gastronómico reemplazará estructuras que quedaron anticuadas, sería muy interesante para la salud del Parque que, a partir de ahora los funcionarios administradores de esta reserva de biodiversidad, se pusieran muy rigurosos y no accedieran al avance de un metro más de cemento en la creación de Thays, concebido no sólo para favorecer al ornato urbano, sino también a la sociabilidad de los ciudadanos, la recreación y la salubridad.