La posibilidad de que el papa Francisco visite el año próximo la Argentina despertó mucha expectativa en las jerarquías de la Iglesia de nuestro país y en miles de fieles católicos.
Ese viaje es una cuenta pendiente que tiene el Pontífice, quien, siguiendo el ejemplo de sus antecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI, en estos diez años de pontificado ha recorrido los distintos continentes para llevar la palabra evangélica, su principal misión, pero nunca llegando hasta estas tierras.
Debe recordarse que el Papa polaco Juan Pablo II, el primer jefe de la Iglesia no italiano desde 1523, en su largo pontificado se destacó por sus numerosos viajes destinados a tener cercanía con el clero y la numerosísima comunidad católica internacional.
Hizo de ese peregrinar un estilo que adoptaron quienes lo sucedieron, el papa alemán Benedicto XVI y Francisco. En ese transitar, Juan Pablo II y Benedicto XVI visitaron en varias oportunidades sus respectivos países. Francisco, no.
Más allá de especulaciones o rumores sobre los motivos de tan postergado viaje, resulta indudable que muchísimos argentinos desean que se concrete la visita de Jorge Bergoglio en virtud del tiempo transcurrido desde su coronación.
Además, porque es válido deducir que por su avanzada edad en algún momento le resultará mucho más difícil programar salidas del Vaticano.
Al respecto, algo comentó a los periodistas en el vuelo de regreso de su último viaje.
Como se ha podido apreciar, ya se desplaza valiéndose mayormente de una silla de ruedas.
En los últimos días el nombre del Papa volvió a estar presente en el ámbito político nacional a raíz de apreciaciones sobre su trayectoria como religioso y su rol como Pontífice vertidas en el marco de la actual campaña electoral.
Hubo una misa de desagravio oficiada por un grupo de los denominados “curas villeros”, del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), a raíz de conceptos vertidos contra la figura de Francisco por uno de los candidatos a la presidencia de la Argentina. Actitudes que otra vez ponen en duda la factibilidad del viaje.
Independientemente de la mirada que pueda tener cualquier personalidad pública sobre la figura papal, se deben respetar su investidura y la comunidad a la que representa.
Con mayor razón tratándose de un religioso surgido de la Iglesia de nuestro país.
En el caso puntual de la Argentina, la feligresía católica es muchísimo mayor en número de personas que cualquier orientación político-partidaria vigente. Y hay católicos practicantes en cada una de esas orientaciones políticas.
Por lo tanto, sería recomendable que quedasen de lado sentimientos encontrados que puedan ser el resultado de apreciaciones o decisiones del Papa que han rozado lo polémico, para dar paso a la posibilidad de que los argentinos saluden alguna vez al Papa en su propia tierra. Su presencia no sólo va a ser bienvenida por millones de católicos; seguramente también la celebrarán otras creencias, a las que Francisco escucha y respeta en el marco de lo que siempre consideró necesario: el diálogo entre las religiones al comprobarse que la mayor parte de la población mundial se considera creyente.