La organización japonesa Nihon Hidankyo fue la ganadora del Premio Nobel de la Paz 2024 “por sus esfuerzos para lograr un mundo libre de armas nucleares y demostrar a través del testimonio de testigos que las armas nucleares nunca deben volver a utilizarse”.
Así lo anunció el pasado viernes 11 el Comité Noruego del Nobel, con sede en el ayuntamiento de Oslo, cuyos miembros habían elegido para el mismo galardón, en 2023, a la activista de origen iraní, Narges Mohammadi, por su valiente lucha por la libertad y los derechos humanos.
Todo un contraste a la vista. Ahora, con el reconocimiento actual se condenó la posición bélica nuclear en boga en algunas naciones, mientras que el año pasado se posicionó a una militante antibélica de un país, Irán, que se sospecha que tiene o está fabricando un arma atómica.
Al conceder el Nobel a Nihon Hidankyo se honró a todos los sobrevivientes de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, también conocidos como “hibakusha”, que son hoy más de 100 mil personas, que viven en Japón y en otras partes del mundo (los fallecidos fueron más de 200 mil).
El Comité destacó, dentro de un panorama cuando menos inquietante, que hay un hecho alentador en medio de las tensiones geopolíticas actuales, y es que “ninguna arma nuclear ha sido utilizada en una guerra en casi ochenta años”.
Por eso el valor de la cruzada de los sobrevivientes, que han mantenido viva la memoria de los horrores de las agresiones nucleares que causaron la muerte de más de 200.000 seres, la destrucción de esas dos ciudades y la contaminación radiactiva de esas regiones.
En estos tiempos difíciles en los que el riesgo de un ataque nuclear es tan grande o mayor que durante la guerra fría, sus testimonios son fundamentales para sensibilizar a todos, principalmente a las generaciones más jóvenes.
Para la Argentina es una oportunidad en el plano internacional de acentuar el reclamo en los foros mundiales, especialmente en las Naciones Unidas, por la promoción de la esperanza y el compromiso por la paz.
Por eso se valoriza que nuestro país sea sede, hasta el 3 de noviembre, de la exposición sobre las bombas atómicas y la paz de Hiroshima y Nagasaki: “Hacia los 80 años desde el bombardeo”, en el Palacio Libertad (ex CCK) de CABA, que contó, en su inauguración, con la presencia de una superviviente del ataque, Teruko Yahata, quien tenía ocho años cuando vivió la tragedia de Hiroshima.
También es trascendente que una argentina, la física rosarina-jujeña, Karen Hallberg, haya sido designada como secretaria general de las Conferencias Pugwash por el desarme nuclear mundial y que desde ese alto cargo vaya participar de la reunión internacional de Hiroshima 2025, a ocho décadas del lanzamiento de las bombas por Estados Unidos. Hallberg prometió que hará en esa oportunidad “un fuerte llamado a los países para que eviten el uso de las armas nucleares y logren retomar las conversaciones hacia su total eliminación”. Una posición en sintonía con la Campaña Internacional para abolir las Armas Nucleares (ICAN, por sus siglas en inglés) y la prédica constante por el mismo camino, entre otros líderes, del papa Francisco, para quien la posesión equipos atómicos de destrucción “es inmoral y donde todos somos perdedores”.
La carrera armamentística debe terminar, es el deseo de la Humanidad, con escasas excepciones. Como se reflexionó en la miniserie “Punto de Inflexión. La bomba y la Guerra Fría”, “la carrera armamentista es una amenaza de pérdida potencial de personas y nos hace estar muy cerca de la catástrofe”.