Gran indignación en amplios sectores de la sociedad produjo la difusión de un video en el que se ve a una docente, claramente identificada con el kirchnerismo, discutir de política, a los gritos y con amenazas, con un alumno de una escuela técnica de La Matanza, en la provincia de Buenos Aires.
Se observa en el documento oportunamente registrado por los sorprendidos alumnos que la repudiable actitud de la profesora responde claramente al discurso kirchnerista en contra de la anterior gestión.
Y el tiempo electoral lo convierte en una herramienta de inducción realmente temible.
Debería quedar en claro que el estilo militante de la profesora bonaerense no debe reflejar lo que se pretende para la enseñanza en las escuelas argentinas.
La sociedad, en su mayoría, confía en el docente que introduce al alumno en el interés por informarse y enriquecer sus conocimientos; en este caso puntual, en temas históricos.
Pero eso no autoriza a quien está al frente de un curso a pretender inculcar una determinada ideología por la fuerza.
El panorama se torna más confuso y preocupante si se tiene en cuenta que el presidente de la Nación, en declaraciones periodísticas, avaló los dichos y la actitud vehemente de la docente.
Con sus apreciaciones, Alberto Fernández también parece confundir lo que puede corresponder a una cátedra abierta a la inquietud de los educandos con una mera actitud de adoctrinamiento, como se desprende de la actitud de la profesora a través del video conocido.
Pero hay algo también muy grave. El Presidente también contradijo, y desautorizó una vez más, a su ministro de Educación, Nicolás Trotta, quien horas antes había hecho pública su postura contraria a la actitud de la cuestionada profesora.
Al respecto, el funcionario nacional dijo haber hablado con la titular del área educativa del gobierno de Buenos Aires para expresarle su mirada opuesta “a cualquier instancia de lo que se denomina adoctrinamiento. Tiene que haber debates sobre la realidad social, pero no en esos términos”, remarcó el funcionario de la Nación antes de ser sorprendido por los dichos presidenciales en sentido contrario.
Por otra parte, la opinión de Alberto Fernández puede incidir comprometiendo a los directivos que deban resolver por vía administrativa la actitud de la profesora.
Y deja un confuso precedente en materia de pautas educativas, con más razón en vísperas de elecciones generales.
No queda ninguna duda de que se trata de un episodio muy grave.
Usar la autoridad que en el aula el sistema educativo le confiere al docente con fines de adoctrinamiento político es demostrativo de una total falta de equilibrio, sentido común y honestidad intelectual.
Siempre es valorable toda intención de fomentar el debate en aspectos puntuales como la historia de los pueblos.
Las ideologías políticas a través de los tiempos son apasionantes cuando quien ejercer la docencia es capaz de sembrar entre sus alumnos el interés por encima de la ocasional pasión.
Es quien conduce al grupo el que debe encauzar el ámbito de análisis y de intercambio de posturas.
No se puede sostener el criterio de que lo que se observó fue un debate cuando se advierte claramente que la profesora increpa a su alumno.