Preocupación e indignación en el periodismo independiente generaron recientes amenazas vertidas al aire por un comunicador identificado políticamente con el gobierno nacional.
El director de Radio El Destape, Roberto Navarro, efectuó desde ese medio, en tono intimidante, apreciaciones sobre periodistas habitualmente críticos con el gobierno nacional. Nombrando a varios profesionales de reconocida trayectoria, Navarro dejó en claro que lo suyo no fue otra cosa que ser portavoz de una amenaza: “Algo tenemos que hacer para frenarlos. Algo tenemos que hacer con ellos, que están generando este nivel de violencia. Mañana, o pasado, un loco puede matar a alguien. Deberían tener miedo ellos”, señaló el conductor para asombro del periodismo nacional.
Lo expuesto por el señor Navarro fue después que se supiera que un actor y un periodista identificados con el kirchnerismo resultaran víctimas de un escrache. Y responsabilizó por ello al clima adverso al oficialismo que supuestamente generan los periodistas que ejercen constantes crítica hacia las acciones del gobierno.
Sin duda, la del escrache es una detestable modalidad para expresar descontento por algo o contra alguien. Ya lo hemos señalado desde este mismo espacio. Pero lo que no se puede tolerar desde ningún punto de vista es que se busque responder a dicha modalidad con advertencias que no constituyen otra cosa que una amenaza a la integridad de las personas.
La Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa) dio a conocer un comunicado de repudio a las inapropiadas expresiones del señor Navarro. En el mismo sentido se expresaron otras organizaciones que nuclean a profesionales de la comunicación. Deploró Adepa, entre otros conceptos, “que desde un medio de comunicación se estimulen, en forma de advertencia, actitudes que puedan derivar en intolerancia y aún en violencia contra periodistas de otros medios”.
Lo grave es que, como también destaca Adepa, con el pretexto de condenar presuntas actitudes provocativas por parte de periodistas críticos del Gobierno, el propio Roberto Navarro es quien termina justificando el uso de la violencia contra los profesionales por él mencionados.
La libertad de expresión es uno de los pilares de la vida democrática. Por ello es fundamental aceptar las diferentes opiniones, incluso las que son contrarias a la propia y expresadas hasta de un modo vehemente.
Si no se está de acuerdo con lo vertido, los mecanismos para salir al cruce de una supuesta ofensa mediática son, como corresponde a un régimen republicano, a través de las acciones judiciales correspondientes, nunca mediante el apriete o la violencia lisa y llana.
No se puede tolerar que desde un medio se intimide a quienes ejercen el derecho a expresarse con libertad. ¿Cómo es posible que una crítica periodística ejercida por un profesional de la comunicación social, por dura que sea, dé paso a una acción violenta de represalia a quien emitió la opinión?
De las palabras violentas a los hechos violentos puede existir un trecho muy corto si no se impone la sensatez. Por lo tanto, en este caso puntual debería ser el Gobierno el que les ponga límites a sus voceros, si es que éstos no dejan traslucir con sus dichos una acción macabramente orquestada.