La denominada violencia en el fútbol gana terreno día a día, lamentablemente. Hubo varios casos lamentables en los últimos días que tuvieron gran repercusión por sus características y consecuencias.
Dos hechos afectaron a instituciones deportivas de Mendoza. Uno se dio en el partido en el que Deportivo Maipú visitó a Chacarita Juniors, en la provincia de Buenos Aires, donde en una pelea entre hinchas del equipo bonaerense hubo un asesinato. Con posterioridad, en las inmediaciones de la cancha de Gimnasia y Esgrima, en nuestra ciudad, una pelea entre facciones de hinchas del mencionado club terminó con una víctima fatal. Violencia armada en este último caso.
Días antes, en un amplio operativo llevado a cabo en las cercanías del estadio de River Plate en la ciudad de Buenos Aires, la policía detuvo a una importante cantidad de simpatizantes (más de 30) portando armas de fuego. Otro caso de potenciales enfrentamientos entre sectores antagónicos de fanáticos de un mismo equipo de fútbol.
Lamentablemente, la lista de hechos de estas características crece periódicamente y resulta preocupante que todo se limite a acciones policiales posteriores a los hechos y no existan procedimientos preventivos que permitan mejorar el cuadro de situación.
Buscando atenuar la situación, en los últimos años los directivos del fútbol profesional y los gobiernos de turno acordaron que la mayoría de los partidos de fútbol que se disputan no tengan parcialidad del equipo visitante. Se pretende de ese modo que no exista animosidad entre barras de conjuntos rivales. Y cuando se juega algún encuentro trascendente en cancha neutral se busca que la capacidad del estadio se vea limitada y haya una adecuada diferenciación de lugares para simpatizantes de uno y otro bando.
Sin embargo, los hechos mencionados demuestran que ya no se trata solamente de evitar que rivalicen fanáticos de los dos equipos que compiten en un partido. Ahora la violencia se traslada a las internas que existen entre seguidores de una misma institución.
No es una novedad que los clubes, en general, carezcan de la preparación adecuada para contener las habituales presiones y ambiciones de los sectores enfervorizados de simpatizantes, que buscan todo tipo de prerrogativas para poder estar presentes en las canchas. Son las conocidas y muchas veces temidas “barrabravas”, que suelen trascender por su inconducta y las consecuentes acciones que casi siempre terminan en el plano delictivo.
En los últimos años estos personajes han adquirido y consolidado una capacidad de acción y de poder capaz de exceder lo meramente futbolístico. Y se habla con frecuencia de cómplices vínculos con el campo gremial y también el político.
Los enfrentamientos entre sectores antagónicos en los últimos tiempos son casi siempre entre facciones de un mismo club. Y muchos hablan, cada vez más, de los efectos del negocio narco, que usa como telón la popularidad de deportes como el fútbol.
Nunca es tarde para que las autoridades nacionales y de provincias actúen en consecuencia de modo de buscar los mecanismos apropiados, siempre en el marco de la ley, para erradicar definitivamente a los violentos de las canchas de fútbol. Aunque después de tantas debemos aspirar a que, efectivamente, se los pretenda erradicar, para que ir a ver fútbol vuelva a ser apasionante.