El bloque legislativo del Frente de Todos estaría dispuesto a discutir una eventual reducción de la semana laboral. La propuesta no es nueva, ya que operó como un símbolo del lanzamiento de la campaña electoral de 2021. Entonces se presentaron varios proyectos en la Cámara de Diputados de la Nación, impulsados por legisladores vinculados al sindicalismo. Ahora lo hizo el senador Mariano Recalde, de La Cámpora, al mismo tiempo que Hugo Yasky, sindicalista de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), entre los diputados, trataba de que se retomara el debate esta semana.
Nada sería casual. El martes pasado, la CGT, en el acto por el Día del Trabajo, reclamó un recorte de la jornada laboral, que en nuestro país es de 48 horas semanales, como un modo de “generar más empleo y distribuir mejor el beneficio extraordinario del capital”.
Una campaña electoral presidencial siempre es una excelente oportunidad para que, de cara a la sociedad, los candidatos de las distintas fuerzas expongan sus propuestas sobre distintas problemáticas. Pero no es el caso, sobre todo porque el oficialismo nacional, amén de que aún no tiene candidato a presidente, carece de un programa de gobierno para los próximos cuatro años.
Por lo tanto, tratar de instalar el tema en la agenda política es una mera jugada oportunista que no tiene ningún viso de impactar en la realidad. Si lo propusiera la oposición, se diría que, como están lejos del poder, agitan ideas alocadas. Como surge del peronismo, que está en el poder, se dice que se busca resguardar los derechos de los trabajadores; derechos, se agrega, que serán conculcados si vuelve a gobernar la derecha.
La verdad es que, según datos del Indec, hay 6,2 millones de trabajadores formales, con toda la cobertura legal que corresponde, y otros 6,2 millones que oscilan entre la informalidad y el cuentapropismo. Ese cuadro se completa con un bajo índice de desocupación (6,3%), que enmascara la creciente precarización laboral por efecto del empleo informal, y con millones de trabajadores que buscan de manera desesperada un segundo empleo porque necesitan un ingreso extra para sobrevivir. Para complejizar más la situación, el estudio de un economista de la CTA detectó que donde la desocupación es casi inexistente los niveles de pobreza superan el promedio nacional. Por lo tanto, hay un alto número de personas pobres que cuentan con un trabajo.
Si la mitad de los trabajadores que tiene el país se ubican en el campo de la informalidad y el cuentapropismo, ninguna legislación los alcanza. No tienen aguinaldo, vacaciones pagas, obra social ni jubilación. ¿Recibirían los beneficios de un recorte de la semana laboral?
Argentina, en 2022, tuvo la misma cantidad de empleados privados formales que en 2012. Lo que necesitamos entonces, y con urgencia, es crear millones de puestos de trabajo formales, de calidad, con buenos salarios. Para eso, hace falta un plan económico sostenible en el tiempo, lo que demanda un acuerdo político profundo, no una mayoría circunstancial en el Parlamento.