Los salarios de los trabajadores privados perdieron contra la inflación en julio, cuando se profundizó el deterioro del poder adquisitivo.
Por la inercia inflacionaria, agosto y septiembre habrían agravado la situación.
En julio, el promedio de los salarios subió 5,5 por ciento y hubo una inflación del 7,4%.
Entre el segundo semestre de 2021 y el primer semestre de 2022, la inflación superó el 70% y los salarios privados formales, en promedio, aumentaron alrededor de un 68%, mientras que los privados informales obtuvieron aumentos inferiores al 60 por ciento.
Los empleados estatales, por el contrario, le ganaron a la inflación durante esos 12 meses, con casi un 75% de mejora en sus haberes.
Pero las jubilaciones y pensiones, los planes sociales y el salario mínimo, cuyos índices de actualización dependen del Estado, no tuvieron esa suerte y también perdieron contra la inflación.
Este cuadro explica, en gran parte, la tensión social que se registra en las últimas semanas.
Paros con manifestaciones más o menos violentas en distintos sectores. Piquetes, acampes, bloqueos. Los movimientos sociales en las calles y en las rutas.
Y una dirigencia gremial que se endurece y rechaza las propuestas salariales que reciben en las negociaciones paritarias.
Es que la situación no es nueva. ¿Cuánto perdieron los salarios contra la inflación en los últimos años?
Según estimaciones de algunos especialistas, el salario real promedio está más de un 20% debajo del que había en el país a finales de 2015.
Durante el segundo mandato de Cristina Fernández, los salarios también perdieron algunos puntos contra la inflación. Pero entonces teníamos una inflación baja.
No es lo que ocurrió durante la presidencia de Mauricio Macri, y menos aún durante el período de Alberto Fernández, en el que volvió a acelerarse con gran intensidad.
Agosto marcó una inflación del 7%, y los cálculos sobre septiembre arrojan la misma cifra, decimal más o menos.
Con todo, por sobre la cuestión económica, opera la política.
En un sentido, la política sindical: si los gremios no peronistas, como el reciente caso en el sector neumáticos, se radicalizan y consiguen mejoras significativas, la moderación con que actúan los sindicatos peronistas para no complicarle las cosas a un gobierno de su mismo signo cae por su propio peso.
Esto es lo que explica la actual competencia entre ellos para ver quién obtiene el mayor porcentaje de aumento.
En otro sentido, el Gobierno nacional, a pesar de que está en pleno proceso de ajuste para reducir el déficit fiscal, tiene que diseñar algún nuevo “plan platita”, ahora focalizado en quienes menos tienen, aunque más no sea para frenar la preocupante expansión de la indigencia que informó el Indec hace unos días.
El problema es que, en una economía que no crece, toda puja distributiva es inflacionaria.
Por eso, el aumento más rentable que pueden recibir los trabajadores es una fuerte y sostenible reducción de la inflación.
Y ello depende del Gobierno, no de los empleadores.