La pálida imagen del presidente de la Nación

Un gobierno encabezado por un político sin personalizar y sólo empecinado en complacer a su vicepresidenta es un desprecio para la Argentina y su pueblo.

La pálida imagen del presidente de la Nación
Cristina Fernández De Kirchner Alberto Fernández Asamblea Legislativa Foto Federico Lopez Claro

Desaciertos políticos y la evidente disposición a mantener un constante estado de confrontación con la oposición y Justicia, en especial con la Suprema Corte, caracterizan a la gestión de Alberto Fernández al frente del Ejecutivo Nacional.

Eso se reiteró nítidamente en el reciente mensaje de apertura de un nuevo período anual de sesiones del Congreso.

Allí el Presidente desperdició una gran oportunidad para calmar tensiones y abrir canales de diálogo con la oposición que permitan pensar en la Argentina futura.

Todo indica que lo que se propone desde el poder es no permitir que las heridas cicatricen.

El poder Ejecutivo tiene la posibilidad, y la obligación, de enmarcar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional en un contexto de armonía política entre los espacios mayoritarios, algo que mucha falta le hace a la imagen del país.

No lo hizo el Presidente en su mensaje a la Asamblea Legislativa y por ello el entendimiento con dicho organismo llega al Congreso en medio de una confrontación que no permite alentar buenas perspectivas.

De nada sirve seguir machacando sobre los motivos de la toma del último préstamo con el FMI y del uso de esos recursos, cuando lo que la Argentina necesita es la actitud responsable de su dirigencia para afrontar sus compromisos y no caer en cesación de pagos.

Otra muestra de los desatinos en la conducción de la Argentina es la errática política internacional.

En su paso por el Congreso, el Presidente Alberto Fernández hizo una muy breve mención a la escalada bélica iniciada por Rusia, además de un forzado minuto de silencio, en línea con la desacertada postura de su Ministerio de Relaciones Exteriores en el tema.

En efecto, en muy pocos días hubo cuatro cambios de posición de la Cancillería con relación al grave conflicto que mantiene angustiado al mundo. Mucho le costó al área conducida por el ministro Santiago Cafiero calificar la locura de Putin como una invasión a Ucrania.

Pero las imágenes internacionales eran tan elocuentes que nadie podía pretender argumentar que lo que veía el mundo no era otra cosa que la gravísima invasión de las tropas rusas.

Tropas mandadas por quien unos pocos días antes, cuando ya el mundo veía cómo crecía el asedio a Ucrania, el mandamás ruso escuchó de boca de Fernández el convite para que la Argentina sea la puerta de entrada de la región a los intereses del déspota de Moscú.

Esa falta de carácter de Alberto Fernández probablemente sea el aspecto más preocupante de su ya de por sí cuestionada gestión, porque en gran medida esa postura errática va en línea con el pensamiento político de quien fue su mentora, la vicepresidenta de la Nación.

Cristina Fernández de Kirchner necesita una justicia que lave sus causas por corrupción aún no resueltas, fue cercana durante años al líder ruso y su estilo dominante y es lejana ideológica y políticamente de Estados Unidos y el FMI.

Si no, obsérvese el nivel de discrepancias internos en la coalición gobernante sobre el postergado acuerdo a partir de la díscola postura que llevó a Máximo Kirchner a dejar la conducción de su bloque legislativo.

Un gobierno encabezado por un político sin personalizar y sólo empecinado en complacer a su vicepresidenta es un desprecio para la Argentina y su pueblo.

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