El drama de la pobreza en el país se agrava periódicamente. El proceso inflacionario sin control, en medio de una política económica errática, agrava sistemáticamente el cuadro de situación.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), en el segundo semestre de 2022 esa condición alcanzó a 39,2% de la población argentina, mientras que la indigencia llegó a 8,1%.
Esto significa que en la Argentina hay más de 18 millones de personas pobres y casi 4 millones de indigentes.
En el semestre anterior, entre enero y junio de 2022, también según el Indec, la pobreza alcanzaba al 36,5% de la gente.
Este tipo de relevamiento toma como base la situación social en los principales conglomerados urbanos del país, cuyos números en su mayoría van de la mano con los índices globales alarmantes que se dan a conocer oficialmente en forma periódica.
De todos modos, sectores del Gran Buenos Aires son los que arrojan las cifras más impactantes.
Si bien nuestra provincia registró una leve baja con respecto al segundo semestre del año anterior, se mantiene por encima de la media nacional.
Y lo mismo se observa en lo que se refiere a desocupación, donde es la tercera región del país en la búsqueda de un segundo empleo por parte de la población (23,9%).
Se trata de gente que requiere de otro ingreso porque, está claro, con el que tiene no alcanza a mantener una estabilidad a nivel personal o familiar.
Esto está demostrando que el nivel salarial en la provincia no es el más apropiado.
Las últimas mediciones locales (fines del año pasado) daban cuenta de que el sueldo promedio bruto entre trabajadores registrados no llegaba a los 170.000 pesos, superando nada más que a seis provincias del resto del país, todas del norte.
Hay otro dato que debe ser mirado con atención. Mendoza registra elevados niveles en la llamada subocupación demandante, es decir, gente que con su trabajo regular cubre menos de 35 horas semanales y pretende sumar más.
En este punto el conurbano mendocino ocupa el segundo puesto en el país detrás del Gran Córdoba.
Lo hemos definido más de una vez desde este espacio, pero siempre vale reiterarlo: la pobreza se ha colocado como un flagelo de larga data ya para la sociedad argentina.
Una dolorosa realidad a la que, lamentablemente, la dirigencia no le encuentra una solución. Las estadísticas no permiten disimular la dura situación que viven millones de argentinos.
No hay argumentos para intentar suavizar la realidad.
Y siempre es oportuno reiterar que se trata de una de las grandes deudas de la democracia, a punto de cumplir cuatro décadas ininterrumpidas.
Tiempo suficiente para que la política, con la madurez necesaria, pudiese consensuar líneas de acción en el tiempo, independientemente del signo político que se encuentre ocasionalmente a cargo de la conducción del Estado.
Los nuevos datos dados a conocer por el Indec, tan contundentes, no hacen otra cosa que sembrar en la ciudadanía más dudas, siempre fundadas sin ninguna duda, sobre la capacidad de gestión de la dirigencia.
Con más razón en un año electoral en el que, como es costumbre, aparecerán propuestas de soluciones mágicas.