El problema de las personas que viven en la calle sigue siendo una delicada situación de nuestra sociedad. Primero, porque no se sabe a ciencia cierta cuántos son los hombres y mujeres que están en esa condición y, además, porque es un drama que no parece tener solución.
Los Andes abordó el problema en su edición del sábado 19 de junio, en su nota: “Unas 300 personas sin techo sobrellevan el crudo invierno”.
El drama se agrava en esta época del año por las extremas temperaturas del invierno mendocino ya que, aunque siempre será penoso no disponer de un cobijo permanente, en los meses más fríos esta contingencia es cuando más golpea.
El delicado tema es abordado y atendido por la Dirección de Contingencia Social y Políticas Alimentarias, que depende del Ministerio de Salud local y, según ese sector oficial, los damnificados por esta dura realidad son 300, la mayoría varones.
Otras fuentes indican que el número total de los carentes de hogar permanente son muchos más y los hacen llegar a los 1.000 individuos.
Es, la de los sin techo, una problemática muy complicada porque en ocasiones no pocas personas se niegan a concurrir a lugares asignados, que no son muchos pero que existen y que desarrollan una esforzada gestión para mitigar la ingrata condición de no contar con un hogar.
En la actualidad, el Gobierno provincial posee convenio con tres albergues donde las personas en esta situación pueden pasar la noche, higienizarse y recibir alimentos.
El Estado coordina con entidades particulares que se encargan de la recepción de los necesitados y que funcionan en Las Heras (Remar Hombre); en Capital (Remar Mujer) y el Refugio Fundación El Camino, de calle Patricias Mendocinas, también de la ciudad de Mendoza.
En el mismo sentido es altamente valorable la misión que cumple la Pastoral de la Calle, organismo de la Iglesia Católica que agrupa a más de diez movimientos que ayudan a ciudadanos que están en la calle.
Igualmente, otras iglesias de otros credos prestan asistencia a estos necesitados, cuya realidad se ha agravado aún más en el tiempo de pandemia por el coronavirus que estamos atravesando.
Los aportes ciudadanos de ayuda en esta contingencia, descontando que el Estado es el efector que tendría que hacer el mayor esfuerzo, son diversos.
Una de las formas es donar alimentos y ropa a los albergues que les dan refugio. Lo que puede resultar más difícil es ofrecerse para trabajar en esas organizaciones, brindando algunas horas del tiempo personal.
Otra variable también serán donar dinero o artículos, como prendas de vestir y alimentos, a las organizaciones cuya misión sea apoyar a estas personas.
Las organizaciones que atienden a las personas sin vivienda, tienen la complicación de que en general son pocas para tanta tarea, por lo que, si alguien no puede donar dinero o artículos, resultará muy valioso ofrecer un poco de su tiempo voluntariamente, para militar en la causa.
Es muy difícil que se supere totalmente esta cruda realidad, donde convergen la pobreza y la tristeza, pero, con la respuesta de la solidaridad mendocina, muchos seres que nos resultan invisibles podrán salir adelante o atemperar la realidad que sufren.