Argentina ya es una sociedad violenta: tensionada desde los extremos elige, no pocas veces, dirimir sus diferencias por la vía más rápida, quizá en la convicción de que las discusiones ya no resuelven nada.
Así, a diario se suceden los enfrentamientos más previsibles y los menos explicables, desde la discusión por un incidente de tránsito hasta la pelea entre un pasajero y el chofer de un colectivo, pasando por las disputas vecinales y hasta por los desencuentros familiares.
La crispación le viene ganando a la mesura, sin que nadie atienda los peligrosos síntomas que viene evidenciando una sociedad hastiada. Y gravemente enferma, para más datos.
Como muestra más acabada de este estado de situación, nos encontramos con la violencia íntimamente ligada al universo futbolístico, la cual es siempre señal del profundo deterioro institucional que implica una sociedad oscura, entre dirigentes con pocos escrúpulos, policías permisivos, Justicia laxa y políticos acostumbrados a un peligroso toma y daca, lo que tal vez ayuda a explicar que los episodios nunca se esclarezcan y acaben siempre en una vía muerta.
La violencia que vivimos en casi todos los ámbitos de la sociedad, es una rara mezcla de impunidad y desenfreno que de a poco se va imponiendo en un país cada día más alejado de toda norma.
En el caso con el que ejemplificamos, la violencia en el fútbol vuelve porque nunca se fue, y se manifiesta porque nadie la confronta, en un marco de generalizado escepticismo que lleva a unos y a otros a convencerse de que es posible torcer las leyes e incumplirlas sin temor a sanción alguna y –para empeorarlo todo– la certeza de que lo único válido es avanzar por la banquina.
Para que esto ocurra, debe coincidir, como lo hace desde hace tiempo, la intolerancia mutua de quienes tensionan desde los extremos, lejos de toda moderación, los mismos que se necesitan mutuamente para esta escalada que aprisiona a todo el país.
En este país que cada día ve cómo se corre un poco más el horizonte de la racionalidad, lo inusual se normatiza y la violencia pasa de excepcional a habitual.
La reciente disputa por el título de campeón entre Gimnasia y Esgrima La Plata y Boca Juniors, en el marco de la fecha 23 de la Liga Profesional, terminó en tragedia, con un muerto y varios heridos. Ello no es un dato aislado, sino la confirmación de que la violencia vino para quedarse y amplios sectores eligieron a otros como enemigos necesarios.
Los libros de historia, cabe recordarlo, están llenos de ejemplos sobre las consecuencias de procesos de esta naturaleza.