El presidente Alberto Fernández acusó a los productores agropecuarios de especular con 20 mil millones de dólares: “No los liquidan esperando una mejor rentabilidad, cuando el país los necesita”, dijo. De inmediato, la senadora kirchnerista Juliana Di Tullio publicó en su cuenta de Twitter un video que mostraba una gran cantidad de silobolsas en un campo.
En consecuencia, la incontrolable suba del dólar de las últimas semanas se debería a operaciones alentadas por el sector del agro: los silos guardan granos que no se venden, a la espera de una devaluación que les asegure a los productores una mejor renta; mientras tanto, como bajan las exportaciones, entran menos dólares al país, lo que explica las pocas reservas del Banco Central.
En esa visión, el Gobierno no es responsable de lo que ocurre en la economía, sino víctima de una puja en la que grupos sectoriales contrarios a su programa buscarían derrotarlo.
Por eso Fernández habla en sus discursos de los obstáculos que debe enfrentar, de los desafíos en los que se juega su suerte, que es la del pueblo todo, y de cuán decidido está a que nadie le doble el brazo y le haga cambiar su plan, que es a favor de quienes menos tienen.
Más allá de que, como es lógico, dirigentes de las distintas entidades que agrupan a los productores agropecuarios rechazaran esta explicación simplista de la crisis económica, las palabras del Presidente tuvieron una llamativa repercusión dentro del arco peronista no kirchnerista.
Por un lado, el gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, indicó que la exportación ha estado “dentro de los parámetros normales”, dato clave para refutar que haya una retención especulativa de la cosecha. Y Sergio Busso, ministro de Agricultura de Córdoba, destacó que se trata de “un relato a un público cautivo”, no de la realidad productiva, que las autoridades nacionales desconocen profundamente. Por último, el diputado nacional Alejandro Rodríguez (Consenso Federal) impugnó la intencionalidad del video publicado por la senadora Di Tullio, al contextualizar las imágenes: se trata de semillas de girasol acopiadas en una fábrica de aceite donde se aprovecha hasta la cáscara para generar la energía necesaria para producir.
En resumidas cuentas, a las críticas que Fernández recibe desde el interior de la coalición oficialista ahora debe sumar las que provienen de diferentes corrientes peronistas.
Mientras tanto, la crisis se agrava y el Gobierno sigue ensimismado, sin poder articular medidas.
Los rumores sobre inminentes anuncios no son más que eso, aunque se renuevan casi todos los días.
El Gobierno debe aceptar la realidad. Cuanto más busque descargar sus responsabilidades en supuestos enemigos que procuran desestabilizar su plan de acción, todo lo que logrará es aumentar la incertidumbre sobre el futuro inmediato. Por eso, la brecha cambiaria ya no está determinada exclusivamente por cuestiones económicas, sino también por diferencias políticas. La irresuelta fractura del oficialismo impide la gestión y abona la hipótesis de una crisis de gobernabilidad.