Las PASO, solución o problema

El deterioro del sistema político en la Argentina es tal que un mismo partido puede tener distintos aliados según el distrito que se observe.

Las PASO, solución o problema
En los últimos años se ha cuestionado el valor real de las elecciones PASO. Archivo Los Andes

Una vez más, ante las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), resurge la pregunta sobre su significación. En anteriores ocasiones, se pensó en eliminarlas ya que los distintos partidos y coaliciones presentaron listas únicas, de modo que el voto ciudadano no impactaba en la selección de candidatos.

De hecho, en 2019, ante ese panorama, se argumentó que si solo funcionaba como una encuesta que computaba la intención de voto de millones de argentinos en los 24 distritos del país, era demasiado cara. Finalmente, una PASO que, de acuerdo con todas las observaciones previas, no decidiría nada, de manera simbólica resolvió la elección general: el Frente de Todos se impuso a Juntos por el Cambio en el nivel presidencial por una diferencia casi irreversible.

En esta ocasión, por el contrario, habrá competencia interna en las Paso tanto en el oficialismo como en diferentes sectores de la oposición, aunque no en todos los distritos. El problema, ahora, es cómo interpretarlas. El razonamiento dominante es el siguiente: se corre el riesgo de que el costo de una interna sea mucho mayor que el beneficio, si los votantes evalúan negativamente el desarrollo de la disputa en cuestión.

Traducido, la competencia debiera regirse por el “juego limpio”, la transparencia, la honestidad y la discusión civilizada y prudente, valores imprescindibles dentro de una alianza política, ya que, obtenga cada uno el resultado que obtuviere, promediando el conteo de votos todos los competidores tendrán que darse las manos y sentarse en la misma mesa para planificar en conjunto los pasos a seguir.

El problema, entonces, como habrá deducido ya el lector, es que esos valores no rigen en nuestro deteriorado sistema político. De hecho, el deterioro del sistema político es tal que un mismo partido puede tener distintos aliados según el distrito que se observe. Eso sólo es posible si, en vez de tener un proyecto de país elaborado sobre la base de los principios ideológicos del partido en cuestión, se privilegia un proyecto de poder, de modo que en cada lugar se alía con quien más conviene para conseguir alguna banca o algún puesto en un organismo estatal.

En este contexto, hoy lo que se privilegia es el liderazgo que ordena e impide la lucha interna otorgando determinadas cuotas a los diferentes sectores. Esa es la estrategia que domina en los oficialismos, donde el gobernante tiende a vivenciar esta elección como un plebiscito de su gestión. Mientras tanto, en la oposición, ante la falta de un liderazgo alternativo no se busca que la inevitable interna defina las candidaturas actuales, sino los posicionamientos futuros de esos mismos dirigentes. El que gane, liderará.

Así, el costo de las Paso supera su beneficio: no fortalecemos a los partidos y las coaliciones como tales y nos perdemos una interesante posibilidad de discutir cómo encarar la profunda crisis que atraviesa el país.

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