Las últimas evaluaciones sobre cuánto y cómo leen los chicos que cursan la parte final de la primaria y el comienzo de la secundaria en nuestra provincia, han experimentado discretos avances con respecto a otras valoraciones.
Los especialistas en la materia de la Dirección General de Escuelas (DGE) han establecido que la fluidez lectora reveló un pequeño progreso en los alumnos de séptimo grado y en los cursantes del primer año del ciclo medio.
De todos modos, cierta parte del alumnado tiene dificultades con la comprensión de lo que lee, una situación que deriva, en parte, del hecho de que niños y adolescentes sufrieron las consecuencias de los efectos del aislamiento derivado de la pandemia de coronavirus y las burbujas, especialmente durante 2021.
Los desafíos y exigencias entonces siguen vigentes porque los progresos no son muy convincentes y reclaman mayores esfuerzos.
El propio director general de Escuelas, José Thomas, lo reconoció al señalar que “el censo muestra que de 2021 a 2022, los chicos de séptimo grado mejoraron 6% en cantidad de palabras leídas, mientras que aquellos de primer año, 12%”.
Una de las claves, porque hay otras que exceden los límites de este comentario, es la comprensión sobre lo que se lee. “Si no hay buena comprensión, no hay adecuada fluidez lectora”, sostiene una experimentada maestra.
Estamos de acuerdo con la opinión de la docente, que fundamenta lo que afirma. Se pueden leer imágenes, escuchar audios, pero es fundamental leer las palabras, los textos y así “saber lo que dicen”, que es la base de la comprensión y en sentido práctico, evitar que el adolescente repita de año, y por elevación, que llegue mejor formado a la universidad, si decide seguir estudiando.
Se ha aumentado la cantidad de alumnos, según el Gobierno, pero es innegable que los estudiantes enfrentan dificultades de aprendizajes, porque sus saberes no han sido elaborados y comprendidos, que es la base de “aprender”.
Adherimos a la educadora Carmen Laffont cuando nos dice que “todo estudiante que sabe leer y comprender logra una exitosa secundaria. La primaria debe dedicarse a enseñar a leer y escribir adecuadamente”.
Siguiendo esa línea de pensamiento aportamos que el hogar también es determinante en este cometido de formación de nuestros jóvenes: limitar el horario de televisión y en el uso de los medios electrónicos, e invertir más momentos a la lectura hogareña, debería ser una consigna familiar.
En este cometido participan con vocación y alto grado de efectividad las bibliotecas populares o barriales, donde las familias que no pueden comprar libros, los obtienen contra el pago de cuotas accesibles.
Los libros son necesarios y las buenas clases muy útiles, pero la comprensión es la base del saber.
Los docentes hicieron muchas cosas ponderables en pandemia, y por supuesto los padres, por eso vale la pena no descuidar lo que se ha obtenido.
Ahora hay que enseñar y “evaluar” lo dado, no sólo por la nota sino por los saberes. Y eso es fundamental.
Ojalá que el escalón alcanzado en este tramo de la educación no haya nuevos retrocesos.
Como explicó la profesora de Lengua, Noelia Mesas, “hay mucho por hacer y mejorar. Es un trabajo que comienza en la alfabetización, se perfecciona en el medio y se proyecta a la vida adulta”.