Los argentinos frente al drama de la inseguridad

La inseguridad sigue siendo una de las principales preocupaciones de nuestra sociedad, en todo el país. Las situaciones en las que más se experimenta ese temor se registran en la calle, en el hogar y al entrar o salir de las viviendas.

Los argentinos frente al drama de la inseguridad

Un estudio realizado por una consultora privada reveló que siete de cada 10 argentinos admiten vivir con el miedo frecuente de sufrir algún tipo de delito. La cifra demuestra que la inseguridad sigue siendo una de las principales preocupaciones de nuestra sociedad, en todo el país.

Las situaciones en las que más se experimenta ese temor se registran en la calle, en el hogar y al entrar o salir de las viviendas.

El 60% de los consultados señaló que se siente más vulnerable en la calle: un 66% de ellos mencionó específicamente caminar por las calles; un 45% se refirió a los viajes en transporte público, y un 31%, a los traslados en vehículos privados.

Un 24% experimenta temor al estar dentro de su hogar, un temor que aumenta cuando la vivienda está vacía. De hecho, uno de cada dos de estos encuestados reconoció sentirse más expuesto en esas circunstancias.

Finalmente, un 15% mencionó la entrada o salida de sus casas como una situación de riesgo.

En tanto, el 100% aseguró tomar alguna medida de seguridad para protegerse. Entre las soluciones más utilizadas, se destacan las rejas en puertas y ventanas (51%); la tenencia de perros (47%); la participación en chats de vecinos (38%); el uso de alarmas comunitarias (23%); la instalación de sistemas de cámaras (22%), y la contratación de pólizas de seguros para el hogar (19%) o los servicios de empresas de seguridad privada (17%).

Una manera bastante lógica de interpretar este cuadro es que la soledad está asociada a la vulnerabilidad. Tanto en la calle como en las casas, quien se encuentra solo probablemente experimente una sensación de inseguridad. La compañía de otras personas –simbolizada, por ejemplo, en el chat de vecinos, la alarma comunitaria o el acompañamiento de un guardia privado al momento de salir o de regresar al domicilio– representa un mecanismo de protección.

Esa era la función que antes cumplía el policía de la cuadra o la manzana del barrio. Su presencia resultaba disuasoria para los delincuentes e inspiraba confianza en los vecinos.

Pero las ciudades crecieron y la realidad es que no hay suficiente personal policial para cubrir todo el territorio de una localidad cualquiera, como entonces. Las patrullas policiales van rotando por sectores, y daría la impresión de que diferentes tipos de delitos ocurren más seguido allí donde no se registra presencia policial. Sin embargo, como una proporción importante de los delitos no son denunciados por los damnificados, esta hipótesis no se puede corroborar.

Lo cierto y comprobado a nivel internacional, como lo reconocen distintos especialistas en la materia, es que resulta mucho más económica la prevención que la represión del delito, y que las políticas para reducir las tasas de criminalidad requieren de muchos años. Lo que nos ubica, como en tantos otros temas, ante la necesidad de programas de largo plazo, elaborados por consenso entre las distintas fuerzas políticas, y a partir de un diagnóstico multidimensional en el que participen especialista

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