El desequilibrio económico argentino tiene un responsable principal indiscutido: el propio Estado nacional, que, en vez de corregir la situación, no deja de agravarla.
Un informe reciente del Ieral (Fundación Mediterránea) demuestra que el mercado del crédito al sector privado se achicó considerablemente en los últimos 3 años, al mismo tiempo que el Estado engrosaba su línea de financiación con los bancos locales.
Puesto en números, desde enero de 2019 a abril de 2022, el volumen disponible para los agentes económicos privados se redujo un 20% en pesos y alrededor de 80% en dólares.
En paralelo, el Banco Central, a través de bonos del Tesoro y de las letras de liquidez (Leliq), aumentó su nivel de financiación de manera exponencial. Por estas vías, recordemos, el Estado busca paliar el déficit fiscal y que la descontrolada emisión monetaria no genere más inflación.
Pero en realidad, lo que procura ser una solución se vuelve parte del problema. La inflación, que sigue alta a pesar de todo, debilita el poder de compra de los ciudadanos. Y una menor venta genera dificultades en el flujo de dinero de las empresas, que llegado el caso no pueden recurrir al sistema financiero para tomar un crédito y hacer frente a sus obligaciones, porque ya casi no quedan productos específicos para ellas.
Es que el principal y casi excluyente cliente para el que parecen trabajar los bancos es el Estado, que acapara casi todo el dinero disponible en el sistema. Es una estrategia usada por el peronismo desde su génesis. Fue Perón quien, durante su primera presidencia, convirtió al Banco Central en el primer prestamista del gobierno. Ahora está sucediendo algo semejante. Cuando asumió Alberto Fernández, el stock de Leliq emitidas por el Banco Central era de 1,27 billones de pesos. A comienzos de este mes, representaba 5,46 billones de pesos.
Para que se entienda: el Estado no sólo emite dinero sin freno, sino que se endeuda con la misma voracidad.
Obviamente, esto provoca la desconfianza del sector privado, que se pregunta, con cierta lógica, cómo hará el país para abonar esa deuda.
¿Qué tipo de crisis se desataría si el Estado no pudiera devolver el dinero que le prestaron o si los bancos decidieran retirarse del sistema y dejar de prestarle? Casualmente, desde hace tiempo el mundo no nos presta plata porque cree que no podremos pagar lo que debemos, a pesar de que no hay vencimientos próximos.
Son planteos objetivos: hoy, mientras el Estado les debe a los bancos locales más de 45 mil millones de dólares, una empresa pequeña o mediana no puede conseguir un crédito por 200 mil dólares a fin de comprar equipamiento para su producción.