Lamentablemente, en forma reiterada, cada una determinada cantidad de meses, el duro tema de la pobreza en la Argentina sacude a la opinión pública. Obliga a los medios periodísticos a reflejar la cruda realidad y a emitir una opinión sobre la mayor crisis que enfrenta la población de nuestro país. Flagelo que, tristemente, nos equipara con los países más frágiles del mundo.
Los números oficiales conocidos en los últimos días dan cuenta de que a la sociedad argentina le cuesta cada vez mantenerse a flote en el mar bravío de la inestabilidad económica. Y en esa tempestad el gran motor del país durante décadas, la clase media, demuestra que sus fuerzas son cada vez menos para mantener en funcionamiento la enorme estructura argentina.
Esa clase media que nutrió a los sectores altos de la economía con trabajo y profesionales de calidad ahora se encuentra incluida en el alarmante 52,9% de pobladores pobres que arrojó el reciente informe oficial del Indec.
Como todos saben, ese doloroso número marca el promedio general del país.
En esa media se ubican, también, Mendoza y la región que integra con San Luis y San Juan. No hay grandes variaciones.
Pero hay otras zonas que exceden largamente el promedio y marcan un cuadro tristísimo y de difícil reversión en el corto plazo: el noroeste, 57% y el nordeste, 62,9%. Sólo en el Gran Santa Fe, el conurbano de la capital santafesina, casi 60%. Y muchos ejemplos más.
En los últimos años, a la luz de políticas populistas, el proceso inflacionario sin control empeoró sistemáticamente el cuadro de situación.
Quedó demostrado que la emisión desenfrenada y el asistencialismo sin planificación no hicieron otra cosa que crear una nociva dependencia entre los empobrecidos destinatarios de tanto desatino.
Con la asunción de las actuales autoridades nacionales se puso en práctica un necesario y justo recorte de gastos públicos. La devaluación inicial fue inevitable para acomodar los movimientos a dar.
Fue lo que prometió en campaña la actual administración y lo que votó una gran mayoría de la población. Por ello el presidente Milei siempre sostuvo que la única área de su gobierno con chequera autorizada sería la del área social, ahora denominada Capital Humano. Corresponde que el gobierno nacional contemple la realidad.
Lo hemos definido más de una vez desde este espacio, pero siempre vale reiterarlo: la pobreza se ha colocado como un flagelo de larga data ya para la sociedad argentina. Una dolorosa realidad a la que, lamentablemente, la dirigencia no le encuentra una solución. Las estadísticas nos marcan que no hay argumentos para intentar suavizar la realidad.
Y siempre es oportuno reiterar que se trata de una de las grandes deudas de la democracia en sus cuatro décadas ininterrumpidas. Tiempo suficiente para que la política, con la madurez necesaria, pudiese consensuar líneas de acción en el tiempo, independientemente del signo político que se encuentre ocasionalmente a cargo de la conducción del Estado.
Los nuevos datos dados conocidos no hacen otra cosa que sembrar en la ciudadanía más dudas, siempre fundadas sin ninguna duda, sobre la capacidad de gestión de la dirigencia. Con más razón cuando vamos en camino a un nuevo año electoral, en el que, como es costumbre, aparecerán propuestas de soluciones mágicas.