La postura de la Argentina varió favorablemente con relación a la crisis bélica generada por Rusia en Europa. De ese modo se dejó de lado una postura timorata, dubitativa inicial, que tardó en reconocer como una acción intolerable la invasión de las fuerzas rusas a Ucrania.
Eses cambio de postura se dio a partir de la aprobación de la resolución del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en Ginebra recientemente, por la que se lamentó la situación generada en aquella región.
A dicho pronunciamiento se sumó decidido el gobierno argentino. “El mundo no soporta más sufrimiento ni debe tolerar más muertos. La paz es urgente. El diálogo debe comenzar ya”, había manifestado previamente, y en otro encuentro, el canciller argentino, Santiago Cafiero.
Debe tenerse presente que la Argentina ejerce en estos momentos la presidencia de Derechos Humanos de la ONU, organismo que deberá designar de inmediato una comisión internacional independiente de tres expertos para investigar las violaciones a los derechos humanos en territorio ucraniano desde el embate de las fuerzas de Vladimir Putin.
Por otra parte, la Argentina exigió, siempre a través de su Cancillería y su representación ante la ONU, que la Federación Rusa cese en el uso de la fuerza en Ucrania y condenó la invasión, así como las operaciones militares en su territorio. Es lo que se desprende de la información que dio a conocer el Ministerio de Relaciones Exteriores.
El drama de esta guerra iniciada por el autoritario Putin en territorio ucraniano ahondó la ya gravísima situación de los refugiados en gran parte del mundo por razones no necesariamente bélicas.
La pobreza, la falta de trabajo y de educación, el avasallamiento y la discriminación por distintas causas son, en gran medida, los males que hacen que periódicamente miles de personas migren entre países o continentes en todo el mundo. Casi no hay excepciones geográficas en ese aspecto.
Según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi, el número de ucranianos que salió de su país ante la devastadora acción bélica es de dos millones. Y nadie se atreve fácilmente a calcular qué número de migrantes surgirá en los próximos días en caso de continuar la dramática situación actual. La violencia bélica, frío, desabastecimiento creciente y total inseguridad han llevado a miles de familias a abandonar lo que queda de sus maltrechas pertenencias y buscar un lugar seguro para seguir viviendo.
Afortunadamente, la solidaridad no tardó en llegar de parte de países libres vecinos de Ucrania y también, a medida que avanzó la devastadora acción de Rusia, de otras latitudes, incluyendo a la Argentina, en la que vive desde hace muchos años una importante comunidad de ucranianos y sus descendencias.
La predisposición argentina para recibir a refugiados ucranianos, postura a la que rápidamente se sumaron Mendoza y otras provincias, es saludable desde todo punto de vista, puesto que, alejada de tendencias o pensamientos políticos o ideológicos, abre la puerta “a todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”, tal como determina el Preámbulo de nuestra Constitución Nacional.