Los conflictos bélicos prolongados suelen generar inquietud en la comunidad internacional por sus consecuencias dramáticas para los pobladores y también por sus derivaciones, entre las que se cuentan repercusiones en otras zonas.
Un ejemplo actual es el escenario bélico en Yemen, donde los rebeldes hutíes obstruyen y atacan la navegación comercial con el objetivo de dañar económicamente a Israel y, además, en apoyo a la población palestina radicada en la Franja de Gaza.
Concretamente, dichos rebeldes han encontrado un motivo para intensificar sus ya habituales acciones obstruccionistas y guerreras en el ya extenso conflicto que se generó con el ataque de Hamas a Israel y la acción represiva israelí en busca de los objetivos guerrilleros en territorio palestino.
Experiencia no les falta a los hutíes, que sobrellevan prácticamente una década en una guerra interna feroz.
Como consecuencia de la acción de los hutíes, que controlan gran parte de Yemen desde hace una década, Estados Unidos decidió ejercer una acción represiva consistente en el bombardeo de posiciones militares de los rebeldes.
Aclaran las autoridades del país del Norte que no pretenden generar una guerra, pero el estado de conflicto está y crece periódicamente.
Es que la obstaculización de las condiciones de navegación en el mar Rojo constituye un verdadero problema para el comercio internacional, afectando a intereses totalmente ajenos a los conflictos generados en Medio Oriente.
Por otra parte, la tensión es lógica puesto que el régimen de Irán es defensor de la causa palestina y ha mostrado predisposición para involucrarse en caso de continuar la acción de Israel sobre el territorio dominado por la guerrilla de Hamas.
Este escenario permite suponer que, de no mediar una instancia que pacifique el clima bélico entre Israel y la guerrilla que domina en la Franja de Gaza, la posibilidad de multiplicación de las acciones de guerra en aquella zona de Oriente Medio se encuentra cada vez más cerca.
Al cuadro preocupante por estos enfrentamientos se les deben sumar otros que también ofrecen resultados aún inciertos, como la guerra que produjo Rusia al invadir a Ucrania, que tiene a las potencias de Occidente como partícipes en apoyo al gobierno de Kiev, pese a que éste ha solicitado en los últimos meses un mayor compromiso para poder frenar la superioridad de las huestes de Moscú
Las estadísticas que se difunden a nivel mundial dan cuenta del tremendo flagelo que significan los conflictos armados año tras año.
Estudios y evaluaciones especializadas y no gubernamentales difundieron recientemente cifras que dan cuenta del triste escenario que vive una gran parte de la población mundial.
Durante 2023 hubo más de 160.000 personas muertas en 147 conflictos registrados en el mundo.
Un flagelo en aumento: 12% más que en 2022.
Nadie puede vislumbrar, por lo tanto, cuál puede llegar a ser el saldo que deje la violencia armada al cabo del año que recién comienza.
La comunidad internacional deberá esforzarse en la búsqueda de paz y reconciliación.
De lo contrario, el principal eslogan de las Naciones Unidas, “Paz, dignidad e igualdad”, pasará a ser sólo una simpática expresión de deseos.
