En su esperado discurso del viernes, el Presidente dijo que habría anuncios sobre medidas económicas, sí, pero no a cargo de él, como se esperaba, sino en otro momento y a través de sus ministros y demás colaboradores.
Esto dejó a muchos (políticos y analistas económicos y también a ciudadanos corrientes) con sabor agridulce, puesto que era importante que el jefe del Poder Ejecutivo insinuara cuál sería el camino para hacer frente a la inflación, en momentos en que ésta hace estragos en el ritmo de vida de los argentinos.
Defraudó que Alberto Fernández sólo le dijera al país que había instruido a su gabinete económico a encarar una pelea contra el alza continua de precios, cuando las estadísticas confirman mes a mes el drama de las familias argentinas para mantener una subsistencia digna.
¿Qué mayor tiempo necesita el Presidente?
En cuanto a la parte introductoria de un mensaje en el que se esperaba que el primer mandatario dijera lo que finalmente no dijo hubo un lógico reconocimiento a los sectores partidarios que respaldaron en el Congreso el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
Y está bien que dicho gesto fuese reconocido públicamente por el jefe del Estado.
Con más razón si se tiene en cuenta que, por el quiebre con el kirchnerismo, no hubiesen sido suficientes los votos propios del oficialismo para lograr el aval al entendimiento con el FMI.
Es que la oposición mayoritaria, la de Juntos por el Cambio, tuvo el gesto republicano de habilitar el debate. De esa manera se evitó que la Argentina corriese el riesgo de entrar nuevamente en cesación de pagos con dicho organismo.
Lamentablemente, Alberto Fernández reitera, innecesariamente, críticas a su antecesor en el cargo de Presidente, Mauricio Macri.
Es un recurso que cada vez aporta menos a la necesaria concordia que necesita la dirigencia política para hacer frente a la crisis económica y social que atormenta a nuestro país y que seguirá repercutiendo durante varios años más, hasta que una continuidad razonablemente republicana pueda enderezar el rumbo político argentino.
Y hay algo que tampoco tiene en cuenta el presidente de la Nación: a más de dos años de gestión, muchas de las acciones reprochables de gobiernos previos en lo referido al tumultuoso rumbo social y económico argentino pasan a ser de responsabilidad del poder de turno.
La derrota del oficialismo en las recientes elecciones de mitad de mandato, no marcaron otra cosa que el enojo mayoritario de la ciudadanía por errores de gestión.
Esto, sin llegar a medir la gravitación que seguramente tuvieron en el voto de la gente numerosos escándalos surgidos del seno del propio gobierno.
El presidente Fernández dilapida una y otra vez posibilidades de apuntalar su alicaída credibilidad con actitudes como la del viernes, cuando quedó a mitad de camino con lo que se esperaba en base a su propio anuncio de lanzar una “guerra” contra la inflación. Una apuesta demasiado alta, sino irrealizable, en el actual contexto económico y con un oficialismo partido y cada vez más enemistado entre sus partes.
Por ende es necesaria una profunda introspección oficialista, que el gobierno se mire primero a sí mismo porque dentro de él anidan los principales problemas que impiden encontrar las soluciones.