El presidente Javier Milei cuestionó en duros términos el Pacto del Futuro, aprobado por casi un centenar y medio de países que integran la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El documento constituye, en la práctica, una actualización de la Agenda 2030 del organismo multilateral.
En el marco de la 79ª Asamblea General, el mandatario argentino opinó que la ONU se desvió de sus objetivos iniciales de promover la paz mundial y las relaciones entre las naciones, a cambio de adoptar una ideología “socialista”, según él alejada de los principios de la libertad.
Aquellos objetivos habían sido planteados el 24 de octubre de 1945, cuando se creó el organismo al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
La idea de promover la concordia y acciones comunes entre los países y aliados que se habían enfrentado en los campos de batalla exige hoy, sin dudas, una actualización, en función de los nuevos desafíos que enfrenta la humanidad.
Es comprensible la actualización de la Agenda 2030, refrendada en 2015, que estableció 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS) y 169 metas que debían cumplirse al inicio de la nueva década.
Los ODS plantean desafíos tales como la erradicación de la pobreza y el hambre, acciones contra la desigualdad y la promoción de la educación, entre los más relevantes.
El “Pacto del Futuro” –ya consensuado por una amplia mayoría, aunque la Argentina se abstuvo en el tratamiento y en la votación– refuerza tales objetivos y añade los retos contemporáneos que suponen el cambio climático y la inteligencia artificial.
Este proyecto ha sido adoptado por las principales democracias del mundo, que incluyen, a la vez, a las economías más desarrolladas.
Toda esta tarea implica reforzar el protagonismo de la ONU en tiempos modernos.
Resulta incomprensible que el presidente Milei dé la espalda a eventuales aliados en la concreción de una red global que luche por la libertad, en todas sus acepciones.
Esa actitud, por contrapartida, lo emparenta con regímenes como los de Rusia, Cuba, Nicaragua, Irán y Siria, entre otros, que rechazan el Pacto propuesto por la ONU.
La ONU debe avanzar hacia un nuevo protagonismo que vaya más allá de garantizar la paz mundial y las misiones de asistencia contra el hambre y la pobreza extrema.
Con ese objetivo, debiera contener el protagonismo asumido por Cuba y por Venezuela en la hipócrita integración de organismos que defienden derechos humanos, cuando la violación sistemática de tales principios en sus territorios son motivo de condenas mundiales.
Asimismo, es inconcebible la participación de Irán en el comité para eliminar la discriminación contra la mujer, mientras que las condenas permanentes a la política bélica de Israel eluden mencionar los ataques sistemáticos que recibe el Estado judío por parte de países vecinos y organizaciones terroristas.
Se requiere más y mejor funcionamiento de la ONU. Y eso es lo contrario a lo proclamado por Javier Milei, que implicaría dinamitar ese organismo multilateral.