Continuamos preocupados por todos los incidentes de tránsito que se producen en jurisdicción del territorio mendocino, e insistimos en la palabra incidente porque sostenemos que el término accidente no es el aplicable ya que los hechos a los que nos referimos tienen, lamentablemente, componentes de causalidad que se pudieron haber evitado.
En un importante número de casos, la alta velocidad al momento del impacto, el no uso del casco protector, el haber ingerido bebidas alcohólicas o algún tipo de droga, son determinantes para que las consecuencias del episodio se tornen graves para sus protagonistas.
En general, los hechos que describen las crónicas policiales sobre colisiones son muchas veces evitables. Por eso planteamos la necesidad de descartar de la narrativa la palabra accidentes, porque no son accidentes: la mayoría de estos hechos se pudieron haber evitado y en tal sentido no son un accidente, sino un siniestro vial.
Pero, en esta ocasión no nos vamos a referir a los episodios en que son protagonistas automotores, sino a los sucesos que involucran a las motocicletas, que cerraron el año pasado con diversos casos de muerte o heridas grave por parte de los ocupantes de los rodados de dos ruedas.
Mendoza es una de las provincias que más decesos de motociclistas acumula en el país.
No bien iniciado este flamante 2025, a pocos minutos de haber comenzado el año, hubo un choque fatal en San Rafael a las 0.50 de ese 1 de enero, a unos 800 metros de la calle Cementerio del departamento mencionado. El siniestro se dio entre una camioneta tipo utilitario y una moto en la que iban el conductor y un acompañante, ambos muy jóvenes, quienes lamentablemente fallecieron.
En los últimos días del año que dejamos atrás se habían producido incidentes de este tipo en otras partes de la provincia.
Toda persona que posee una motocicleta, que la usa para trabajar o ir a su empleo o como movilidad recreativa, tiene que asegurarse para sí y para el eventual acompañante, un desplazamiento lo más seguro posible, dentro de las normas viales previstas y empleando siempre el manejo defensivo.
Pueden producirse imprevistos en la marcha, pero no hay que motivarlos ni incentivarlos: en un acceso o ruta se puede ir a una velocidad más alta, pero siempre dentro de lo que indica la seguridad de las carreteras; en una avenida o una calle urbana, las precauciones deben extremarse para no tener sobresaltos.
Lamentablemente no se piensa muchas veces en esas sencillas y elementales prevenciones y todo se trastoca en segundos, y en ocasiones, en milésimas de segundos.
Debemos aspirar, aunque ahora estemos lejos de esa meta, a comenzar a aplicar una movilidad sostenible, una movilidad segura y accesible a todas las personas, principalmente entre los jóvenes que desgraciadamente aportan el mayor número de muertos en los hechos con rodados de dos ruedas.
En la Argentina, los hechos viales, en los que se cuentan las colisiones de motos, se ubican como la primera causa de muerte entre personas jóvenes de 15 a 35 años, y el 60% de las víctimas fatales corresponden a usuarios vulnerables, motociclistas incluidos.
Por último, señalamos que la movilidad segura y accesible es clave no sólo para la movilidad en sí al liberarla de percances graves, sino para el desarrollo sostenible en general, porque las lesiones por hechos de tránsito tienen un impacto muy gravoso en las economías de las regiones que las padecen. Descartado, que lo peor es el alto índice de pérdida de vidas humanas que causa el manejo irresponsable de motocicletas u otros rodados.
