No es tiempo de festejos ni de críticas forzadas

Es apropiado sugerir a la dirigencia política, en general, un nivel de mesura y prudencia en virtud del difícil contexto que afronta el país. Que se pueda hallar un punto de equilibrio que permita consensuar en base a las propuestas enviadas por el Poder Ejecutivo al Congreso, optando por lo que sea urgente y prioritario.

No es tiempo de festejos ni de críticas forzadas
Tercer plenario de comisiones en Diputados por la "ley ómnibus" (Foto: Clarín)

Apenas transcurrido un mes desde la asunción del presidente Javier Milei la dirigencia política, tanto oficialista como opositora, abunda en críticas y descalificativos públicos cruzados que sólo potencian rivalidades extremas y van en contra de la armonía básica que se requiere en momentos tan difíciles para el futuro de los argentinos.

Quienes representan al espacio que gobernó hasta el 10 de diciembre último miran para el costado con respecto a la responsabilidad que les cabe en el descalabro económico existente.

Por el contrario, culpan a la nueva administración de haber destrabado la puerta de un sendero que conduce a la sociedad a un escenario de mayor inflación y pérdida de beneficios y prerrogativas.

Por su parte, los que representan y hablan en nombre del nuevo gobierno tampoco muestran mucho esmero por mantener un punto de equilibrio y sólo atribuyen sus primeros pasos en falso a las desviaciones de quienes los antecedieron.

A ello hay que sumar, en gran medida, la inexperiencia de gestión de varios de ellos.

En ese marco no deja de sorprender, por ejemplo, que el presidente de la Nación haya expresado que el 25% de inflación del mes de diciembre, oficializado el jueves por el Indec, deba ser considerado un logro de la nueva conducción económica. “El éxito fue tremendo”, dijo Javier Milei en declaraciones por una radio. Obviamente, el Gobierno se ampara en sus medidas de shock y de desregulación económica aplicadas desde el inicio de la gestión y las contrasta con la inercia inflacionaria derivada de la crisis indudable a la que condujo el kirchnerismo. Pero ese porcentaje y los que vendrán de ningún modo invitan a festejar.

Se debe señalar que en los meses finales de la anterior administración no se llegó a guarismos como los ahora conocidos en virtud de las medidas de asistencia social a las que recurrió el ex ministro de Economía Sergio Massa para sostener su propia candidatura presidencial, basadas en una alta emisión para que no se perdieran las políticas asistencialistas y un forzado control de precios en un contexto de devaluación y liberación de precios contenidos.

En su retirada la gestión anterior también disimulaba alegremente que la inflación mensual se hubiese instalado cómodamente en los dos dígitos. Nadie hacía referencia a ello. Antesala de la confusa coyuntura actual.

Este ir y venir de apreciaciones parciales no debería empañar decisiones y avances de la actual gestión en su afán por acomodar la situación fiscal y cumplir con las metas y compromisos. Es el caso del acuerdo recuperado con el Fondo Monetario Internacional, cuenta pendiente de la gestión anterior. Es un estímulo para que la Argentina pueda afrontar satisfactoriamente sus compromisos a cambio de un visible intento por recuperar la estabilidad macroeconómica, punto fundamental para la estabilidad que se pretende imponer en el futuro.

Como conclusión es apropiado sugerir a la dirigencia política, en general, un nivel de mesura y prudencia en virtud del difícil contexto que afronta el país. Que se pueda hallar un punto de equilibrio que permita consensuar en base a las propuestas enviadas por el Poder Ejecutivo al Congreso, optando por lo que sea urgente y prioritario y dejando para el largo año legislativo discusiones metodológicas e ideológicas que seguramente en estos momentos no resultan pertinentes.

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