Mendoza celebró en estos días 60 años de vida del teatro griego Frank Romero Day, el ámbito con el que más se identificó desde aquel ya lejano 1963 nuestra Fiesta Nacional de la Vendimia. Es la indudable sede mayor del festejo anual de los mendocinos. El destino festivo para todo un año de trabajo en los viñedos.
El Frank Romero Day pasó a formar parte de la fiesta. Prácticamente, para los mendocinos no hay Vendimia sin teatro griego. Y cuando no se pudo hacer allí el acto central por cuestiones de diversa índole, o bien se trasladó la sede, como en 2002, siempre quedó sabor a poco entre el público y los protagonistas que pueblan con danza y color el escenario.
Hasta aquel 1963 el acto central, que por lo general se llevaba a cabo en el parque General San Martín, era una parte más del programa. En cambio, hoy se puede afirmar que sin esa habitual gran puesta en escena puede haber fiesta, pero a medias. Es que el Frank Romero Day es patrimonio en sí mismo, como la propia Fiesta de la Vendimia.
Renuévese, entonces, el reconocimiento para el imponente complejo concebido por el arquitecto Daniel Ramos Correas, quien no dudó en afirmar cada vez que se lo consultó que el espacio elegido para construir el teatro “ya estaba hecho por naturaleza. Era un lugar ideal y sólo restaban obras menores por parte del hombre”.
El apoyo a la idea que llevó a cabo el por entonces ministro de Obras Públicas, ingeniero agrónomo Frank Romero Day, fue determinante para su concreción y por ello ese ámbito tan especial llevará siempre su nombre.
Nuestro teatro griego es único en la Argentina, con 120 metros de boca escénica y el respaldo de dos kilómetros de cerros. Resalta por su notable acústica, buena visibilidad del escenario desde cualquier sector de gradas y un detalle pintoresco y en cierto modo exclusivo: la ampliación de su capacidad naturalmente con la utilización de los cerros circundantes.
Sin embargo, no tiene una utilización muy frecuente, lo que hace que caiga en el olvido durante muchos meses del año.
Se han efectuado distintos eventos culturales, deportivos y artísticos de trascendencia tanto a nivel nacional como internacional, pero no con la frecuencia que semejante infraestructura puede garantizar. Como si la concepción y concreción hubiesen sido solamente destinadas a la celebración máxima de los mendocinos. Por ello voces locales de variados ámbitos sugieren que se recurra mucho más al uso de este magnífico escenario, en especial en los meses más templados y cálidos del año, de modo de garantizar una mayor presencia del público. Es una discusión aparte, que en algún momento deberían encauzar las autoridades públicas y los representantes privados interesados.
Es por ello que más allá del uso que se le pueda agregar, lo rescatable del Frank Romero Day es su consolidación con el paso de los años como sede que identifica a la fiesta mayor de Mendoza. Y es eso lo que los mendocinos hemos podido celebrar con orgullo y satisfacción en esta oportunidad, luego de 60 años de vigencia creciente.