Buena parte de los atractivos culturales e históricos de la ciudad de Mendoza lo constituyen sus plazas, los monumentos, las fachadas de edificios públicos y privados, las calles arboladas.
Por eso y desde hace tiempo, la ciudad capital es ponderada como uno de los destinos turísticos más importantes del país e inclusive el municipio capitalino sostiene que “la Ciudad de Mendoza fue el hogar del turismo del último fin de semana largo”.
Por su belleza, sus propuestas y su oferta cultural y gastronómica, la capital mendocina abrazó a miles de visitantes.
Una forma de mantener alta la vara de la oferta turística y cultural, es procurar que el mobiliario de infraestructura que tiene una ciudad esté en las mejores condiciones posibles y que las fachadas de edificios, tanto públicos como privados, se encuentren en el mejor estado posible. La misma consideración vale para las esculturas diseminadas por el espacio público, que convierte a ese ámbito en un atractivo museo al aire libre.
Desafortunadamente, este requisito de tener una ciudad con su patrimonio cultural y arquitectónico en buenas condiciones no se puede defender en forma permanente, y muestra de ello es la recurrente vandalización de fachadas o intervenciones dañinas en esculturas y otros elementos del mobiliario ciudadano.
La permanente apelación a tener conciencia de los daños contra bienes públicos no alcanza y aunque se procede a remediar los daños ocasionados, a veces más tarde que pronto, muchos urbanistas, historiadores del arte y otros representantes del quehacer ciudadano piensan que las recorridas programadas por puntos históricos, como plazas, lugares de arquitectura ponderable, sitios con monumentos y edificios o casas pertenecientes a estilos arquitectónicos, se constituirá en una herramienta de estímulo para cuidar ese patrimonio que está en la vía pública, y que merece ser protegido.
La propuesta que está en la imaginación de algunos es recorrer la ciudad, con la configuración de pequeños contingentes, y de esa forma apreciar la belleza arquitectónica y modalidad de estilos constructivos, las magníficas esculturas, apreciar murales, además de poner atención en galerías o en singularidades que a veces el apuro cotidiano omite ver, como los relojes antiguos que se observan en algunos lugares, y que recientemente rescató en una nota en este diario el fotógrafo Orlando Pelichotti.
Estas recorridas o visitas, alentadas o promovidas desde el sector privado, o, en su defecto, desde instituciones públicas, como podrían ser la Dirección de Patrimonio o la Secretaría de Cultura, servirían para que más habitantes tomaran conciencia sobre la defensa y el resguardo del ‘paisaje’ ciudadano.
Estos paseos estimularían la toma de posiciones más firmes en el cometido de desalentar el vandalismo que afea o malogra edificios, iglesias, escuelas y otros componentes de los elementos que conforman la personalidad de una ciudad.
Insistimos en que además de conservar edificios emblemáticos y cuidar sitios de valor histórico y turístico, aporta mucho contribuir a que los residentes urbanos y turistas visualicen los valores estéticos de la arquitectura de la ciudad. Son andanzas arquitectónicas y urbanísticas, que inclusive pueden estar acompañadas de música, que apreciarán mucho los vecinos o los visitantes que asisten a congresos y otros eventos.
Por supuesto que la mejor opción será redoblar las acciones gubernamentales, universitarias y de los colegios profesionales en pos de la puesta en valor y conservación del patrimonio arquitectónico que tenemos a la vista de nuestros ojos todos los días.