Pobreza: leve baja que no garantiza una mejora

Hubo una leve baja en la cifra general del país en cuanto a pobreza, pero los números de la indigencia fueron mayores a los de la medición anterior.

Pobreza: leve baja que no garantiza una mejora
Pobreza. Si bien los índices de pobreza cayeron en la Argentina, está cada vez más infantilizada (AP).

La pobreza es un drama que afecta desde hace muchos años a la sociedad argentina. Se trata de una dolorosa realidad a la que la política no encuentra cómo enfrentar para arribar a una solución.

Las estadísticas, con sus altibajos, demuestran que la dura situación que viven millones de habitantes se incrementa con el paso del tiempo.

En la semana, el Indec dio a conocer los datos estadísticos del primer semestre del año.

Hubo una leve baja en la cifra general del país en cuanto a pobreza, pero los números de la indigencia fueron mayores a los de la medición anterior.

Además hay otros datos que alarman al realizarse un recorrido por el territorio nacional.

Son las que pertenecen a zonas del Norte del país, en varios casos con índices tan elevados como alarmantes, y también a la provincia de Buenos Aires, la más grande del territorio nacional y en la que vive, prácticamente, el 40% de la población.

En cuanto al Gran Mendoza, esta vez puede mostrar una leve baja en su índice.

Hay 400.000 pobres y 50.000 personas menos sumergidas en la pobreza con respecto al último semestre del año 2021.

Si bien es justo reconocer la existencia de iniciativas para salir al cruce de esta realidad, lo que se hace nunca es suficiente.

Pero lo que se pretende, una vez más, es efectuar un llamado urgente a apuntar al fortalecimiento de la producción y el empleo y tender a que la economía genere en la población ingresos que permitan superar la línea de la pobreza con la satisfacción del trabajo genuino.

Habrá que apostar, no obstante, a una sensible mejora de las condiciones económicas, puesto que los actuales niveles de inflación sólo permiten que las clases sociales más vulnerables continúen con su tendencia decadente.

La abundancia de planes de asistencia social constituye un paliativo importante para quienes carecen de los recursos indispensables para su subsistencia.

Pero, a la vez, esa ayuda estatal se transforma en un modo de vida inapropiado cuando faltan las condiciones económicas para que el sector privado genere condiciones de empleo sólidas y duraderas.

Y entonces la informalidad laboral termina jugando a favor de la crisis de pobreza cada vez de una manera más alarmante.

En casi cuatro décadas de democracia en nuestro país la política ya debería contar con la madurez necesaria para consensuar líneas de acción en el tiempo, independientemente del signo político que se encuentre ocasionalmente a cargo de la conducción del Estado.

La pobreza es la gran deuda de la dirigencia, vale reiterarlo, y las soluciones deberían encararse como una política de Estado, sea cual fuere el signo partidario del gobierno de turno.

Precisamente, los datos sobre la pobreza en la Argentina que ha vuelto a difundir el organismo a cargo de las estadísticas no hacen otra cosa que generar en la ciudadanía dudas fundadas sobre la capacidad de gestión de la dirigencia.

Las mejoras ficticias, circunstanciales, que generalmente llegan en tiempos electorales son sólo parte de estrategias temporarias que de ningún modo pueden encuadrarse en un plan serio y consistente.

Estamos frente al tema central sin cuya solución no habrá salida para la Argentina.

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