Antes de conocerse los primeros resultados del escrutinio, Sergio Massa le comunicó al país que Javier Milei sería el próximo presidente. Es un gesto inédito en 40 años de democracia.
Apenas dos horas después del cierre de los comicios, Massa ya se había comunicado personalmente con Milei, según afirmó en su discurso, para felicitarlo por el triunfo. “Argentina tiene un sistema democrático fuerte que respeta los resultados”, sostuvo. Se cumplía así un principio básico del sistema democrático: el perdedor tiene que aceptar el resultado y, así, legitimar la victoria de su oponente. Es la ética de la derrota.
Con todo, el siguiente pasaje del discurso de Massa fue muy ambiguo, cuando lo que se requería era claridad y racionalidad. “La responsabilidad de mañana de transmitir certeza es del presidente electo. Se lo hemos planteado al presidente electo y al presidente de la Nación para que mañana empiece la transición”, dijo.
Casi dos horas más tarde, Milei, en su discurso, pareció responderle, cuando le pidió al Gobierno “que sea responsable, entiendan que ha llegado una nueva Argentina y actúen en consecuencia”. Por lo tanto, le demandó a todos los integrantes Gobierno que “se hagan cargo de su responsabilidad hasta el final del mandato” para que, cuando él asuma el 10 de diciembre, pueda “comenzar a transformar esta realidad tan trágica para millones de argentinos”.
En otras palabras, mientras Massa procuraba desligarse de la transición y dejarla en manos de Alberto Fernández, al mismo tiempo que descargaba la responsabilidad sobre el devenir de la crisis en los anuncios que formulara Milei de allí en más, el presidente electo le recordó que hasta el 10 de diciembre el peronismo es responsable del rumbo del país.
No sólo se trató de matices discursivos o de interpretaciones sesgadas. En la noche del domingo, un cable de la agencia Noticias Argentinas planteaba la posibilidad de que Massa se alejase del Ministerio de Economía sin renunciar, lo que enturbiaría las tres breves semanas que durará la transición entre un gobierno y otro.
Entonces, la diferencia central quedó a la vista: Massa, como entiende que Milei podría pedir que se tomen ciertas medidas en estas semanas, se niega a colaborar y se corre de la escena. Prefiere devolverle el poder de decisión gubernamental al presidente Fernández.
En cualquier caso, lo que necesita el país es una transición ordenada y de respeto institucional. No hay tiempo para mezquindades. Como dijo Milei en su discurso del domingo, la situación económica y social es crítica. La mayoría de los argentinos optó en el balotaje por su programa a favor de cambios drásticos, que incluyen, entre otros tópicos, una profunda reforma del Estado, un nuevo marco conceptual en el área de seguridad y una fuerte apertura comercial.
Argentina vivió transiciones presidenciales en las que el ganador, antes de asumir, buscaba desestabilizar al perdedor. Sería inaudito que las actuales autoridades intenten el camino contrario. Sin dudar, deben colaborar con los objetivos del futuro gobierno durante la transición. Es otro principio básico de la democracia.