Nuestra provincia dejó atrás, hace una semana, una elección primaria que coronó un proceso limpio, que no mereció mayores objeciones por parte de los participantes.
La del domingo 11 de junio fue una jornada ordenada en materia electoral, sin impugnaciones por parte de las agrupaciones políticas participantes.
Fue ampliamente satisfactoria la experiencia de la boleta única electoral, que completó su presentación luego de la jornada inicial durante los comicios municipales de fines de abril en siete departamentos.
Como era de esperar, en todo proceso que se pone en marcha se presentan inconvenientes por falta de interpretación de los votantes que son perfectamente entendibles.
Pero en ningún caso esos problemas comprometieron el normal desarrollo de la jornada cívica en esta provincia.
La de la boleta única de papel es, vale reiterarlo, un mérito de la dirigencia política local, que acompañó la iniciativa oficial en esa línea para permitir que Mendoza se inscriba entre las provincias más avanzadas del país en lo referente a procedimientos de votación.
Con respecto a la participación ciudadana, el número de votantes, si bien se puede considerar bajo en cuanto a porcentaje en virtud de su obligatoriedad, superó la media registrada hasta el momento en otros distritos del país en los que también se contó con calendario desdoblado.
Y fue más alto que otras elecciones PASO celebradas aquí con anterioridad.
No se puede negar que existe un cansancio ciudadano generalizado en el país, en el que Mendoza se encuentra inserto.
Ese desencanto mayormente se expresa con la negativa a participar de un acto eleccionario.
Pese a ello, nuestra provincia siempre se destaca por la conciencia cívica de sus habitantes y su predisposición para decir presente a la hora de votar.
En lo que se refiere a la contienda electoral propiamente dicha, se debe poner de manifiesto el elevado grado de respeto de la dirigencia participante, de todo color partidario.
Tanto las diferencias hechas públicas como el nivel de debate a través de los medios de comunicación o redes sociales generalmente se enmarcaron en los límites razonables de cualquier disputa.
Los sectores que definieron candidaturas mediante internas nunca se apartaron del nivel de respeto necesario para que la ciudadanía interprete los alcances de cada propuesta.
Un claro ejemplo lo dio el espacio oficialista provincial, que enriqueció su andamiaje con el 40% de votos que obtuvo el precandidato que compitió por afuera de la estructura gubernamental.
El mismo respeto se advirtió de parte de los espacios que no definieron aspirantes por contar con fórmulas o listas únicas; entendieron que lo fundamental era la validación de la ciudadanía con su voto.
En ese marco y de cara a las elecciones generales de setiembre, que definirán quién estará a cargo de la conducción de la provincia durante los cuatro próximos años, es destacable el escenario generado a partir de la aparición de una nueva fuerza, que se constituye automáticamente en un sano elemento democrático tendiente a equilibrar posturas, fundamentalmente en el ámbito legislativo, donde lo ideal es que siempre se imponga la política, que no es otra cosa que el arte de lograr acuerdos mediante el diálogo y el consenso.