Los comedores comunitarios son un escalón de contención y ayuda muy importante de cientos hogares muy carenciados de la provincia.
Las organizaciones sociales advierten que muchas veces no alcanza la comida en esos lugares, porque antes iban preferentemente niños, y ahora, desde hace tiempo, también concurren mayores de todas las edades.
Ubicados en los barrios más vulnerables del Gran Mendoza y en otras partes del territorio provincial, estos grupos de personas, que a su vez son muy humildes, hacen verdaderos milagros para servir algunas de las comidas diarias, con la utilización de alimentos sanos y nutritivos.
La demanda socioeconómica viene en ascenso desde hace mucho tiempo y el pronóstico indica que seguirá en esa tendencia de dificultades y por eso la batalla que se está librando a diario para proveer los almuerzos, y cuando se puede, alguna cena decorosa.
Este panorama lo planteó Los Andes el lunes 23 de mayo, en una nota titulada “Comedores, cada vez con más demandas pero con menos donaciones”.
Las causas de esta situación son bien conocidas por el lector y tienen que ver con la pérdida de empleo de algunos jefes o jefas de hogar, la derivación de la prolongada pandemia, la inflación y el incremento de los precios de los artículos de primera necesidad.
Según la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas (DEIE), la pobreza descendió en la provincia del 42,4% en 2020 al 41,1% en 2021. Pero, la contracara es la indigencia con una transferencia del 4,8% en el año más agudo de pandemia a 5,4% en 2021 en el territorio provincial.
Todos estos datos, crudos y dolorosos, nos ponen en la difícil circunstancia de que vastos sectores de la población enfrenten, en el día a día, la imposibilidad de comer en sus hogares.
La formidable acción de hombres y mujeres, de manera prioritaria resaltamos la gestión de estas últimas, sostiene a miles de mendocinos y mendocinas, los protege, y les provee de las raciones alimenticias que de otra forma no disponen.
Mantenemos la esperanza de que la ayuda seguirá brindándose y esperemos que la comunidad en condiciones de dar una mano, afortunadamente una representación alta entre la población, continúe realizando la altruista misión de donar alimentos a los comedores, como lo ha efectuado durante todo este tiempo.
Asimismo, de las muy importantes y grandes empresas del medio se espera mantengan y aumenten sus aportes; muchas de esas compañías ya lo hacen, pero se deben sumar muchas más, y evitar, en la medida de lo posible, las suspensiones del servicio de alimentación que algunos grupos sociales deben efectuar por no tener mercaderías en sus estanterías.
Por supuesto, el Estado sigue teniendo una gran responsabilidad en esta cruzada y debe meditar en la elección de sus aportes y donaciones, evitando la tentación de otorgar subsidios a entidades que, a prima facie, no necesitan de manera tan urgente esos dineros para subsistir, como sí ocurre con estos grupos vecinales, que a puro pulmón y esfuerzo ayudan a la subsistencia de los más necesitados, con fuerte acento entre los más chicos, puestos a sufrir privaciones que su corta existencia nos les permite entender.