El 11 de diciembre se conmemora el Día Internacional de las Montañas, fecha que se declaró en 2002 por la Asamblea General de Naciones Unidas mediante resolución 57/245. En los fundamentos se exhorta a los países miembros a tener en cuenta y profundizar los aspectos principales y las oportunidades que tienen los pueblos que se ubican en zonas montañosas de generar crecimiento sostenible.
Alrededor de un octavo de la población mundial vive en zonas aledañas a cadenas montañosas y cerca de la mitad de la población depende de las montañas para el aprovechamiento de recursos como agua, alimentos y energías renovables. Las elevaciones de la tierra son consideradas como los primeros indicadores del cambio climático, además de estar amenazadas por la degradación de los suelos, la sobreexplotación y los desastres naturales, con efectos potencialmente devastadores y de largo alcance.
La intención de esta jornada es más de concientización que de celebración. Las montañas son indispensables para el desarrollo integral de los pueblos. En una palabra, para la biodiversidad terrestre.
En el cono sur del continente americano, Mendoza se encuentra al pie de una de las cadenas montañosas más importantes del planeta, la cordillera de los Andes. El territorio provincial está determinado por la imponente presencia de la montaña, a cuyo flanco nace una vasta planicie sedimentaria y seca que se extiende hacia el Este. Hacia el Oeste, el territorio se define por los altos murallones de los Andes y su altura máxima, el cerro Aconcagua, de 6.959 metros.
Para Mendoza importa mucho tener esta elevación de casi 7.000 m, una atracción mundial que genera miles de visitantes anuales de todo el mundo. Este circuito de escalamiento, con una multitud de hombres y mujeres en sus distintos campamentos, es un desafío permanente que pone a prueba el cuidado del entorno natural y la permanente disputa entre el cuidado del macizo y la natural contaminación que causa el desplazamiento de tantas personas hacia la cumbre.
También preocupa que el ordenamiento territorial de las distintas localidades situadas al borde de la ruta nacional 7, entre Uspallata y el límite fronterizo con la República de Chile, no esté debidamente ejecutado y concluido. Especialmente nos referimos al ordenamiento de una de las principales villas cordilleranas del Corredor Bioceánico, Puente del Inca, con su monumento natural y sus aguas termales. La investigadora del Ianigla y el Conicet, Guillermina Elías, advierte que el recurrente, y ya conocido, deshielo de los glaciares en las montañas, afecta los suministros de agua dulce para millones de personas. En los Andes centrales mendocinos, el retroceso de glaciares y la aparejada crisis de los recursos hídricos, devenida en emergencia hídrica desde 2010, está acompañada de inviernos cada vez más pobres en materia de precipitación nívea, y hay menos líquido disponible.
Concluimos señalando que la alta montaña mendocina, pese a obras viales en gestión sobre la ruta nacional 7 y otros trabajos de mejoramiento de infraestructura, necesita mucha más atención del Estado. Especialmente que se dinamice un plan de ordenamiento que adapte las actividades de las villas andinas a las posibilidades del medio físico y optimice las interacciones entre actividades.