El reciente intento golpe de Estado ocurrido en Bolivia puso en alerta a los demás países de la región, cuyas autoridades se expresaron mayoritariamente para repudiar dicha acción de militares rebeldes.
El hecho fue realmente curioso y preocupante a la vez, ya que la intentona golpista duró apenas un par de horas, pero las características de la acción fueron de una violencia pocas veces vista en el plano institucional, con uniformados que abrieron la puerta de la sede gubernamental utilizando una tanqueta del Ejército y luego llegaron a ocupar espacios dentro del edificio.
La rápida acción del gobierno del presidente Luis Arce, con respaldo de las tres fuerzas armadas de Bolivia, permitió sofocar la asonada y proceder a la detención de su principal responsable, el jefe del Ejército en ese momento, general Juan José Zúñiga. El apoyo obtenido de parte de la amplia mayoría militar dejó a Arce fortalecido y de ese modo habilitado para nombrar con rapidez una nueva cúpula militar, poniendo fin a la revuelta. Así, los amotinados se replegaron y volvieron a sus cuarteles.
De todos modos, se trató de un episodio que no debería quedar rápidamente en el olvido. En primer lugar, por el largo historial que tiene Bolivia en cuanto a insurrecciones militares e intentos de golpes de Estado o derrocamientos. El último y reciente ejemplo se dio a través de la caída de Evo Morales en el año 2019. Hubo de inmediato un gobierno provisional, dentro del marco democrático, hasta llegar a la elección popular que estaba ya prevista y que le devolvió el poder a la izquierda boliviana a través de Luis Arce, ex ministro de Economía de Evo Morales, con el que, curiosamente, ahora se encuentra fuertemente enfrentado. Morales, precisamente, fue, de algún modo, quien motivó su propio derrocamiento por pretender forzar una nueva y controvertida reelección.
Este panorama ha llevado a que el vecino país sufra un muy pobre equilibrio entre sus fuerzas políticas, ya que la calidad democrática se torna relativa en virtud de tantas controversias. Recién como consecuencia de la reciente revuelta frustrada el presidente Arce obtuvo, además del apoyo de los militares, un rotundo respaldo de todo el espectro político de Bolivia y de la comunidad internacional, comenzando por los países de la región.
Por lo tanto, es importante desde el punto de vista de la política internacional seguir atentamente la evolución de la crisis boliviana, teniendo en cuenta que el depuesto jefe del Ejército dijo, una vez frustrado su intento golpista, que todo había sido un montaje orquestado desde la Presidencia de Bolivia para levantar la imagen de Arce. Mientras tanto, éste ya había denunciado con anterioridad la organización de lo que denominó un “golpe blando” para desestabilizarlo. Nunca quedó en claro si dicho proceso provenía de las Fuerzas Armadas o de su ahora fuerte rival Evo Morales.
Bolivia atraviesa una crisis económica y social importante, con protestas que el gobierno de turno considera inspiradas por Evo Morales, pero que también reflejan la inquietud de buena parte de la población. Por ello, la clase política en su conjunto debería exigir una investigación institucional a fondo de lo que motivó el reciente levantamiento.