El sistema eléctrico nacional registró un nuevo récord de demanda por la ola de calor que abarcó casi todo el territorio nacional. Algo similar había ocurrido a mediados de marzo del año pasado, pero ahora el consumo fue mayor.
Cuando un sistema es puesto a prueba, puede fallar. Falló, por ejemplo, en el Área Metropolitana de Buenos Aires (Amba), donde casi 60 mil usuarios de Edenor y de Edesur se quedaron sin luz. Pero cuando se analiza la demanda que sufrió cada compañía, se observa que tanto para Edenor como para Edesur se ubicaron por debajo de sus máximas históricas. Ese dato revela las deficiencias que el sistema eléctrico nacional arrastra desde hace décadas. Los diferentes dispositivos regionales pueden colapsar con una demanda menor a la que soportaron tiempo atrás.
Un aspecto relevante del deterioro del sistema eléctrico nacional es que no puede producir lo necesario para afrontar un pico de demanda como el que se genera ante una ola de calor como la que hemos vivido entre fines de enero y comienzos de febrero. De hecho, la Secretaría de Energía de la Nación dispuso incrementar los promedios diarios de importación de electricidad desde los países vecinos.
Por supuesto, cuando la demanda supera cierto umbral, las empresas distribuidoras recomiendan a los usuarios que hagan un uso adecuado de sus artefactos eléctricos. Más allá de que pueda haber una cuota de negligencia, nadie enciende ventiladores o aires acondicionados si no los necesita para intentar bajar la temperatura del ambiente en el que se encuentra. El problema, en última instancia, sigue estando en la baja producción y en la relativamente arcaica matriz energética que posee el país.
Por estos días, el 55% de la energía que se consume es de generación térmica, un 4% es de origen nuclear, 10% proviene de fuentes renovables y un 23% es producción hidroeléctrica. El 8% restante fue importado.
Como el problema no es nuevo, sino que se repite en verano con cada ola de calor y en invierno con cada ola de frío, se imponen dos preguntas: por un lado, ¿cómo es posible que a esta altura del siglo 21, en medio del cambio climático y todos los acuerdos internacionales vigentes, nuestra matriz energética tenga una ínfima participación de las energías renovables? Por otro, ¿por qué el país no puede aumentar su producción de energía eléctrica? ¿Por qué ante cada pico de demanda hay que pedir a los usuarios que bajen el consumo para evitar apagones masivos?
Aquí, una vez más, las respuestas implican responsabilizar a los gobiernos nacionales desde la instrumentación de los subsidios, a principio de este siglo. En el Amba, no sólo está subsidiada la distribución energética, sino que el mantenimiento de las redes y las inversiones de fondo dependen de la Nación. Cosa que no ocurre en las provincias
Si el país aspira a vivir en breve un crecimiento económico, debe preparar primero el sistema eléctrico para que pueda soportar un sostenido aumento de la demanda, independientemente de las altas o bajas temperaturas.