Martín Guzmán, ex ministro de Economía durante gran parte de la presidencia de Alberto Fernández, admitió públicamente que “la administración de la pandemia es lo que hacía fuerte al Gobierno”, argumentando que ese fue el motivo por el cual “la extensión de las restricciones sanitarias fue más larga de lo que debió haber sido”.
En una entrevista, el ex funcionario kirchnerista abundó en explicaciones de cómo, supuestamente, su manejo de la economía buscó suplir los múltiples desajustes que el encierro obligatorio produjo. Sin embargo, nada podrá hacer olvidar el tremendo despropósito de cómo las encuestas influyeron en la aplicación de una política sanitaria que terminó siendo nefasta, tanto por las irregularidades con respecto a la incorporación de las vacunas, cuando éstas ya eran viables en el mundo, como por el lapidario resultado de 130.000 personas fallecidas en el país.
Cabe recordar que cuando el caos ya imperaba, promediando 2021, y el malhumor comenzaba a expresarse en la población, un por entonces bravucón presidente comenzaba a trazar distancia con aquellos gobernadores de provincias, especialmente de un signo político diferente al de la Nación, que consideraban que en sus territorios era factible retomar casi en plenitud muchas de las actividades silenciadas durante negros meses bajo estrictos y estudiados mecanismos de aislamiento y prevención. Mendoza fue uno de los ejemplos.
Por ello esta insólita admisión por parte de Guzmán merece un total repudio por parte de la ciudadanía, porque con estos dichos nadie puede dejar de reconocer que las autoridades nacionales de entonces especularon políticamente hasta los límites más increíbles, abusando de la buena voluntad de la mayor parte de la población, acobardada por un virus desconocido y letal que obligó a las poblaciones de todas las latitudes a detenerse en sus lugares de residencia.
En línea con el sinceramiento del ex ministro, debe crecer el repudio y la descalificación social hacia todas las actitudes alevosas que desde el poder de entonces se llevaron a cabo a espaldas de una población que respetó en silencio las órdenes impartidas desde el poder. Abusos descalificadores que se fueron conociendo cuando ya la mayor parte de la población había sido obligada a realizar festejos familiares en modo remoto, valiéndose de los adelantos tecnológicos, o a no poder ver o despedir a sus familiares internados o muertos.
Cómo olvidar la llamada fiesta de Olivos para el cumpleaños de la esposa del entonces presidente Fernández, que, a no dudarlo, no fue la única en dicho ámbito. O el funcionamiento del vacunatorio VIP en dependencias oficiales del Ministerio de Salud. Y tantas otras “excepciones” realizadas en los ámbitos del poder al amparo del encierro compulsivo dispuesto.
Esta lamentable admisión del economista Guzmán no hace otra cosa que blanquear hasta dónde puede llegar el nivel de especulación y falta de escrúpulos de muchos políticos en su afán de notoriedad y popularidad. En el caso que nos ocupa fue mayor la búsqueda de popularidad que el de supervivencia de la población. ¿Qué duda cabe?
Tremenda y tristísima revelación para millones de argentinos que a diario tropiezan con la barbarie política que ha conducido al país a los niveles de pobreza que tiene y a la dirigencia a un descrédito de difícil retorno.