Las relaciones diplomáticas entre Argentina y España se encuentran ante un enorme desafío. Es necesario que por esa vía se recomponga el vínculo oficial entre ambos países luego del lamentable incidente protagonizado por sus máximas autoridades políticas.
Debe recordarse, en primer término, que la tensión vivida recientemente no surgió en forma espontánea. El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, expresó su favoritismo por el rival del presidente Javier Milei, Sergio Massa, en la previa de la segunda vuelta electoral de noviembre último. Y recientemente, hubo conceptos agraviantes hacia la figura del primer mandatario argentino por parte de colaboradores de Sánchez; se lo llegó a tildar de “consumidor de sustancias”. En respuesta, con motivo de su reciente visita a Madrid para participar de un acto político de la extrema derecha española, el jefe del Poder Ejecutivo argentino claramente sobrepasó los límites de la prudencia política con calificativos en los que aludió con claridad a la esposa de Pedro Sánchez, denunciada por un posible caso de tráfico de influencias.
Es razonable que apreciaciones punzantes, hirientes, como las emitidas contra la figura del presidente Milei por parte de colaboradores del gobierno español generen rechazo y ofendan en persona. Señalar públicamente, sin sustento, que un dignatario habla en público como si se encontrase bajo los efectos de estupefacientes hace caer la imagen del responsable político de tal apreciación al despreciable rango de chabacano
Sin embargo, el presidente de la Argentina debía prever que su participación en una cumbre política de un sector fuertemente opositor al del actual gobierno de España seguramente generaría respuestas como las que se observan por estos días.
En la escalada, el gobierno español decidió retirar a su embajadora en Buenos Aires a la espera de un pedido de disculpas que no se produjo, por entender el gobierno argentino que antes hubiese correspondido una acción similar por parte de las autoridades con sede en Madrid. En definitiva, la política bilateral quedó envuelta en un ir y venir de caprichosas actitudes que dieron paso a un escándalo bilateral que bien pudo haberse evitado.
Con respecto a la máxima figura institucional argentina, se puede admitir su presencia en actos de organizaciones políticas ideológicas de otro país con las que se sienta identificado. Sin embargo, resultaría pertinente que en dichas exposiciones públicas mostrara mayor discreción, debiendo recordar que su investidura institucional lo convierte en representante de toda la ciudadanía argentina; de quienes lo votaron y quienes no lo hicieron; de quienes comparten su ideario y quienes tienen una visión política e ideológica opuesta.
Y ese exigible respeto a los cánones institucionales de ningún modo lo exime del cumplimiento del protocolo en cuanto a su investidura. Aunque no se trate de una visita oficial, un jefe de Estado mínimamente debe mantener vínculos. En este caso puntual, el presidente Milei no sólo utilizó el acto de la organización partidaria Vox para criticar a su par español; también ignoró la presencia del jefe del Estado español, el rey Felipe VI. Tal vez hubiese sido suficiente con un simple saludo público.
Queda en manos de la diplomacia recomponer la inútil tensión política bilateral generada. Es un paso necesario que deberán intentar dar ambas cancillerías. El añoso vínculo entre ambos pueblos y los intereses ciudadanos y empresarios en común así lo exigen de inmediato.