En estos días hubo una buena noticia en el Viejo Continente en contraste con la devastadora guerra entre Rusia y Ucrania, y su desastre humanitario.
El suceso al que nos referimos se ha producido en julio pasado, y consiste en la aprobación por parte del Parlamento Europeo, que sesiona en Estrasburgo (Francia), de la Ley de Restauración de la Naturaleza.
Ahora, se aguarda que antes de fin de año se logre consensuar una normativa con el Consejo de la Unión Europea, que es la institución de la UE en la que se encuentran representados los Estados miembros. El objetivo a plasmar es restaurar los ecosistemas dañados y recuperar la naturaleza en el Viejo Mundo, desde las tierras agrícolas y los mares hasta los bosques y los entornos urbanos. También se intentará reducir 50% el uso y el riesgo de los plaguicidas químicos, hasta 2030.
No obstante, el progreso que puede significar para la humanidad contar con normativas que atemperen la afectación del planeta por el uso de combustibles fósiles y de acciones contaminantes de variado tipo y consecuencias, los ecologistas se han quejado de que el trámite haya sido “torpedeado en diversas ocasiones por varios partidos” que lo bloquearon “por intereses electorales” y “una visión cortoplacista que focaliza un modelo de producción y consumo claramente insostenible”.
Los eurodiputados sostienen que la restauración del ecosistema es clave para combatir el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, además de reducir los riesgos para la seguridad alimentaria. Destacan que el proyecto de ley no impone la creación de nuevas áreas protegidas en la Unión Europea (UE) ni bloquea la nueva infraestructura de energías renovables.
Concretamente, lo que se quiere es restaurar y preservar 80% de los hábitats silvestres, actualmente amenazados y en mal estado de conservación, para que, además de recuperar su biodiversidad, puedan seguir prestando servicio.
El paso siguientes consiste en que el Parlamento y el Consejo de la UE puedan acordar la normativa definitiva antes de que termine el año.
El Parlamento resalta que la nueva norma debe contribuir a alcanzar los compromisos internacionales de la UE, en particular dentro del marco mundial de biodiversidad de los acuerdos Kunming-Montreal de la ONU, alcanzados el año pasado.
Entre las prácticas que se llevarán a cabo figuran la renaturalización, la replantación de árboles, la ecologización de las ciudades e infraestructuras y la eliminación de la contaminación, cuando está vigente la amenaza del aumento del calentamiento global si se supera el límite crucial de 1,5°C por encima de los niveles preindustriales.
Pero, claro, por un lado, hombres y mujeres intentan disminuir la contaminación de la tierra, mientras que por otro la devastadora contienda del ataque de Rusia a Ucrania está provocando un ecocidio al medio ambiente de proporciones alarmantes, y lo que es peor la muerte de 8.000 civiles, decenas de miles soldados caídos y ocho millones de refugiados.
Según datos del diario español El Mundo, de marzo de este año, la guerra ha causado pérdidas por contaminación del suelo, del agua y del aire que se estiman en 45.000 millones de euros. Más de 33 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) se han emitido a la atmósfera en el primer año de la guerra. El cálculo, lamentablemente, seguirá creciendo si las armas no se silencian.