Se repiten las peleas entre presidente y vicepresidente

Las tensiones entre el mandamás libertario y la vicepresidenta no están en consonancia con un desafío tan complejo como es resolver la grave y dificilísima situación social y económica del país.

Se repiten las peleas entre presidente y vicepresidente
Megadesfile. Javier Milei y Victoria Villarruel posaron en un tanque de guerra del Ejército. (AP / Gustavo Garello)

Desde el retorno a la democracia en la Argentina, en 1983, la relación entre los dos máximos cargos políticos surgidos del voto popular se caracterizó más por la desconfianza y el rencor mutuo que por una convivencia a tono con la trascendental responsabilidad conferida en el ejercicio de sus funciones.

Huelga aclarar que las referidas desavenencias aluden a los presidentes y a sus vicepresidentes.

Por citar un caso, con decisiones extremas que pusieron en línea de retirada anticipada a un gobierno.

Ello, en mención a la renuncia de Carlos “Chacho” Álvarez, en octubre de 2000, como vice de Fernando de la Rúa, quien dimitió un año después.

Pero la crónica de roces en el poder es profusa y hasta con ribetes de comedia. Lo penoso y preocupante en estos tiempos difíciles para millones de argentinos estriba en que la historia se repite con nuevos protagonistas: el presidente Javier Milei y la vice, Victoria Villarruel.

No es aventurado pronosticar que las discrepancias podrían escalar hasta límites inquietantes, pues el propio vocero presidencial, Manuel Adorni, admitió días atrás que Milei y Villarruel no se hablan.

Cortocircuitos que cobran temperatura a poco más de siete meses de haber asumido sus cargos.

Incluso, por cuestiones de alcance diplomático, como la acusación de “colonialista” a Francia que disparó la titular del Senado, al defender a un integrante de la selección argentina que posteó un cántico racista contra futbolistas de aquel país.

Tuvo que salir de apuro a calmar las aguas Karina Milei, hermana del mandatario e influyente secretaria General de la Presidencia, con un pedido de disculpas en la Embajada francesa en Buenos Aires.

Una desautorización que no parece haber hecho mella en la vice, de fuerte carácter y habituada a redoblar apuestas.

Pero los entredichos y la falta de diálogo (también con Karina Milei) alcanzan volumen por las inflamadas declaraciones del jefe del Estado, en ocasiones con insultos y expresiones soeces reñidas con la investidura que ostenta.

Ahora bien, las tensiones entre el mandamás libertario y la vicepresidenta no están en consonancia con un desafío tan complejo como es resolver la situación social y económica del país.

Aun cuando mucha gente asiste indiferente a las pujas en el seno del oficialismo gobernante, la realidad y las estadísticas son elocuentes en el sentido de que cada vez hay más pobres e indigentes en situación de calle.

Es por ello inadmisible que el destinatario del máximo cargo político del país transite sus días enredado en pendencia de todo orden.

Es decir, la convivencia democrática no puede quedar a merced de los enconos y las diferencias entre sus líderes.

No faltan los trascendidos de que Villarruel está embarcada en un proyecto político personal, lo cual augura renovados capítulos de los roces con Milei.

Vale la reiteración: no son tiempos de trifulcas palaciegas mientras hay niños y niñas que se van a dormir con una taza de mate cocido y un trozo de pan.

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