Siguen repitiéndose en forma alarmante los accidentes con motos en calles y rutas de nuestra provincia. Estos percances causan heridos de consideración, y lo que es peor malogran vidas, por muerte o al provocar discapacidades, casi siempre de jóvenes.
Hubo un lapso en que por el aislamiento social derivado de la necesidad de evitar contagios de Covid-19, se intensificó el uso de esta movilidad y naturalmente se incrementaron los siniestros. Pero, ahora al despejarse algunas restricciones, y no obstante que muchos ciudadanos retornaron al empleo de los medios públicos de transporte, la motocicleta continúa siendo la elegida para desplazarse entre amplios grupos de la población, para ir a trabajar o pasear.
Es un medio de locomoción valorado por los usuarios debido a su papel de movilidad sustentable y los bajos costos en combustible.
Sin embargo, los riesgos que enfrentan los usuarios de estos rodados son muy altos y prueba de ello es el gran número de siniestros que se registran en la realidad mendocina, con el agravante de que hay un importante número de percances que no se denuncian, pese a las lesiones que eventualmente sufren los protagonistas.
Los técnicos del Instituto de Seguridad Vial (ISEV) y especialistas mendocinos que estudian el tránsito, hacen distinciones entre “motociclistas” y “usuarios de motos” en función de la diferente percepción de riesgo que tienen unos y otros.
En términos generales el “usuario de moto” llega al vehículo en función “económica” por su costo substancialmente inferior al de un auto, de fácil accesibilidad en el financiamiento y mercado, y con baja exigencia en los requisitos para obtener la licencia, particularmente en los de menor cilindrada. Para él, la moto es un medio de transporte personal y familiar. En muchos otros casos, es una herramienta de trabajo en servicios de delivery o mensajería.
El doctor Eduardo Bertotti, director de ISEV, sostiene que “el problema es que el ‘usuario de moto’ a diferencia del ‘motociclista’, no se percibe (ni a él ni a su familia) como usuario vulnerable de la circulación diaria, transportando o trabajando”.
Lo que quiere decir el especialista es que hay motociclistas que no reparan en costos dentro de su presupuesto para adquirir un casco que proteja adecuadamente su vida y una vestimenta que lo resguarde de lesiones abrasivas. Otros, en cambio, “portan” casco sólo si hay controles que lo puedan multar y hasta no faltan quienes manejan en pantalón corto y ojotas.
Por eso, en la realidad nacional y también en el panorama mendocino, la participación de la moto en siniestros viales graves duplica o hasta triplica los valores en fallecidos y lesionados graves en países europeos. Hasta 2005 la moto participaba en 1 de cada 10 siniestros de tránsito graves. En 2019 su participación superó los 3 de cada 10 (32,9%) y hoy esos números deben estar en ascenso.
Está en la decisión personal de cada usuario, la forma de manejar un rodado de dos ruedas, donde el cuerpo (y el de un circunstancial acompañante) oficia de paragolpe. Siempre habrá que insistir que si subimos a una moto, que sea sobrios. Si se puede, evitar las autopistas; conducir a una velocidad segura y atender al clima; bajar la velocidad de la moto al tomar una curva y efectuar el mantenimiento del rodado. Y lo obvio, siempre usar el casco de seguridad.